sábado, 7 de noviembre de 2020

En los labios de la musa

Está claro que este mundo ha sido moldeado para que encaje exactamente un sujeto masculino en él. Los hombres son como diminutas figuras de arcilla que sabe Dios quién ha ido encajando en millones de espacios vacíos de la superficie terrestre. Y no es sólo eso; están tan bien hechas que parecía imposible volver a sacarlas de su hueco, que iban a quedarse ahí para siempre.
Pero resultó que, un día, todas ellas empezaron a temblar, a dar pequeños brincos saliéndose de su lugar. Otras incluso se quebraron. Bajo todas las incontables piezas del hombre, comenzaron a asomar figuras hechas de otro material, diseñadas con otra técnica, de otros colores, texturas, tamaños... Algunas de las miniaturas masculinas se asomaron por el agujero que tantos años habían estado tapando con su presencia, y cayeron en la cuenta de esta novedad. A día de hoy, pequeñas mujeres siguen traspasando la barrera que separa el polvo del cielo. Otras, nunca pararon de apartar todas las adversidades que se interponían en su camino. Ahora están danzando entre las estrellas del universo. 




Nombres tan pronunciados como F. Scott Fitzgerald, John Lennon, Voltaire, David Livingstone, Ernest Hemingway... Fueron el corcho que impedían que el vino de Zelda Sayre, Yoko Ono, Châtelet, Mary Livingstone y Martha Gellhorn fuese vertido en la copa. 

Pero existe una pareja en la que ambos lados me fascinan, aunque hoy la voy a desgarrar a la mitad y centrarme en una mujer tan interesante y valiente, que no sé si una noche de noviembre será lo suficientemente larga como para escribir sobre ella.
Hoy, aquí, en esta velada, la musa y la inspiración epistolar de Kafka es la que coge con firmeza las riendas de su propio nombre dejando de ser el simple título de un libro: Milena Jesenská. 




En los labios de la musa





Milena Jesenská, escritora, traductora y periodista, nace un 10 de agosto de 1896 en una Praga del Imperio Austrohúngaro (antisemita y contraria al imperio) bajo el seno de una familia aristócrata. Su padre, Jan Jesénsky, era un adinerado médico que alardeaba de ser descendiente de Juan Jenessius, el rector de la Universidad Carolina a comienzos del siglo XVII y médico de cabecera de Rodolfo II. Jenessius fue el primer médico en Praga en realizar una autopsia y fue ejecutado en 1621 por haber participado en una sublevación de los estamentos protestantes checos contra La Casa de los Habsburgo. Sin embargo, el hombre practicaba el dilema de las virtudes públicas y los vicios privados. 
La familia Jesenský vivía en un apartamento en el primer piso con vistas a la plaza con un mercado de frutas y verduras.
La madre de Milena muere cuando ésta tiene dieciséis años. Ella misma se dedicó a cuidarla desde los trece años hasta su fallecimiento, mientras que con su padre siempre mantuvo una relación muy tensa. En el momento que pierde a su madre, decide irse a un hostal de mala muerte para pasar allí su tormento y su dolor, hundiéndose bajo los ruidos que emitían las vidas ajenas al otro lado de cuatro paredes.
 

Su padre, que solo le producía miedo y una infancia triste, no obstante, la envió al instituto femenino Minerva, donde se formó una élite de mujeres checas pioneras de la liberación de sí mismas, a pesar de desear que su hija estudiase medicina. 
Milena fue una joven imparable, negada a seguir las reglas de su padre. Se emborracha, se quedaba embarazada una y otra vez, gastaba fortunas... La mandaron a un psiquiátrico. Pudo terminar en un ensayo de Carl Gustav Jung, pero consiguió salir de la clínica. La gota que colmó el vaso ocurrió cuando se enamoró de Ernst Polak, un bohemio austríaco y judío que frecuentaba los bares de Praga, con el que vivió una historia amorosa. Si eso fuera poco para Jan Jesénsky, Milena también tomaba drogas que robaba de la consulta de dentista de su padre, desarrollando una adicción años después, tras el nacimiento de su hija Jana. 

Milena y Ernst finalmente huyeron juntos de la capital checa para quedarse en una destrozada y deprimente Viena tras La Primera Guerra Mundial. Polak, que tan liberal se hacía ver, terminó siendo más parecido al padre de Milena de lo que esta hubiera imaginado. Trató de someterla hasta el punto de obligarla a vivir con sus amantes, pero siempre enfocándolo como algo positivo, como la liberación de la sexualidad. Una amiga robó una joya para ella, Milena vendió la joya para adquirir los más elegantes vestidos, entró en el café donde su marido hacía sus conquistas y hablaba del todo y la nada con filósofos y escritores; un café en el que entraba cada noche sin que su marido le prestara la menor atención. Cuando la vio, el desgraciado se propuso reconquistarla, ella le respondió con una bofetada y se fue.




Milena abandona a su amante, sumergido en el ambiente de ocio de Viena, para salir adelante ella sola. Daba clases de checo a jóvenes de familias adineradas y limpiaba casas.
Fue por esta época donde aparece Franz Kafka en la vida de nuestra protagonista. Por aquel entonces, Milena se introdujo en el mundo del periodismo, escribiendo en periódicos y revistas praguesas. Milena y Franz coincidieron en una mesa de un café, en Praga en otoño de 1919. Kafka no llegó a fijarse bien en su cara aunque le quedó la vaga sensación de su bulto, de su vestido. "Caigo en la cuenta de que no recuerdo propiamente ningún detalle preciso de su rostro. Sólo cómo se marcho por entre las mesas del café, su figura, su vestido: eso aún lo veo". Milena estuvo más atenta. Ya admiraba al escritor. 
En 1921 se encontró con El Fogonero, relato de Kafka que posteriormente formaría parte de un libro. Milena contactó con su editor ya que le gustaría traducirlo del checo al alemán, convirtiéndose en su primera traductora. Es el propio bohemio el que le contesta, el cual también mostró interés en sus artículos. 
A pesar de haber mantenido una relación epistolar tan pasional entre 1920 y 1922, (Kafka le escribía a escondidas a una dirección de Viena) solo se encontraron dos veces en persona. Siendo las cartas de Kafka de lo más hermoso que ha conservado la literatura europea, para Milena suponía el abrir heridas aún palpitantes por su relación con Polak. Pero Kafka entregó su alma en esas cartas que le alejaban de la soledad que le consumía. 
"Milena es una llama que solo arde para Ernst Polak", escribía Kafka a Max Bond.




No fue posible ir mucho más lejos con Kafka, ya que este moriría en 1924 de tuberculosis en brazos de otra mujer, Dora Diamant, la cual se negó a quemar los escritos de Kafka como él deseaba. 


Dora Diamant 


Cuando Kafka murió, Milena escribió en el diario "Národní listy" de Praga: «Era tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo.» 
Los escritos de Milena hablando de Kafka son una imprescindibles para entender su personalidad. A su muerte, escribió un maravilloso obituario que se reproduce en el libro de Buber.

Milena comenzaba a sentir afinidad con el comunismo, el cual acababa de iniciar una revolución en Rusia. Su influencia fue el conde alemán Schaffgotsch, adicto a la revolución. La periodista encontró consuelo en este hombre y decidió volver a Praga junto a él para hacerse un hueco entre la vanguardia política y cultural de una ciudad que removía conciencias y hacia brotar nuevas inquietudes. No obstante, se casó con Jaromir Krejcar, igual de comunista que ella, cuya relación la llevó a la cocaína, pero consiguió sustituir las drogas por las palabras. El arquitecto viajó hasta una Moscú sin Lenin para vivir el comunismo en sus carnes y regresar horrorizado por los crímenes y bestialidades del estalinismo. Se divorcian en 1934. 
Con la firma del Tratada de Munich en 1938, la Alemania nazi invade Checoslovaquia. Milena se entrega a la resistencia y organiza una gran red para sacar del país a refugiados, entre ellos muchos judíos. También escribía artículos contra el nazismo en publicaciones ilegales y clandestinas. 
Para este propósito, Joachim von Zadtwitz, conde anarquista de origen alemán, ofreció su ayuda, sacando con su coche a las personas en peligro del país hacia Polonia. Sin embargo, todo fue diferente cuando el 1 de septiembre de 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo 12 de noviembre, Milena fue detenida en su casa acusada de "conspiración para alta traición". Fue trasladada a Alemania, pero fue absuelta por falta de pruebas. La Gestapo, no contenta con el resultado, así que tras reunirse con su padre y su hija en Praga, que a duras penas la reconocieron debido a su estado físico que la prisión le dio, fue detenida una vez más. Milena fue enviada a un campo de concentración femenino de Ravensbrück.




Una mujer que exteriorizaba todo lo que pensaba, también tuvo temas a los que darle vueltas: la guerra de España, el estalinismo, las purgas de Moscú y el regreso a la Unión Soviética de su ex marido. En un artículo del 8 de marzo de 1938, Milena critica el trato de la Unión Soviética a personas con ideología comunista, acabando en prisiones soviéticas. 
"Así y no de otro modo trató la URSS a quienes fueron tan estúpidos de creer que ser comunista significaba lo mismo que estar bajo protección soviética". 

Buber-Neumann conoció a Milena en 1940 en el campo de concentración. Comunista huida de Alemania que trató de integrarse en la Rusia de Stalin, procedía de un campo de concentración de Kazajistán porque los soviéticos la habían internado acusada de espionaje contrarrevolucionario. Ambas habían militado  en el Partido Comunista de su país. Milena, quién acabó coja, lo abandonó en 1936 por las mismas razones que Margarete.
El pacto Hitler-Stalin permitió que los soviéticos la entregaran a la Gestapo. Pronto hizo migas con una esbelta mujer, que parecía no tener el menor miedo ni respeto por sus carceleros, que emanaba una insólita alegría en un escenario tan lúgubre, que se atrevía a contrariar a los guardas -y a la vez contrariaba a muchas otras presas que no veían con buenos ojos que se desafiara a los nazis-. La amistad -como todo en un campo de concentración- se intensificó en muy poco tiempo. Le propuso que, cuando la pesadilla terminase, escribiesen juntas: La época de los campos de concentración. 

Buber-Neumann quedaba fascinada con la facilidad de Milena de hablar con naturalidad de sentimientos como la alegría, el amor, el dolor. En interminables y clandestinas noches, era cuando las dos amigas se contaban sus vidas.




Margaret Buber-Neumann


Milena empezaba a apagarse poco antes de la liberación. Esta le confesó a Margaret que haberla conocido había sido la alegría de sus días en aquel infierno. Y a eso se dedicó Buber-Neumann en cuanto pudo. Además de este libro, escribió otro denunciando los totalitarismos: al fin y al cabo podía decir que había sido prisionera de Stalin y de Hitler, y había sobrevivido a ambos. Estaba totalmente dotada para crear el libro sobre estas épocas tan oscuras que Milena hubiera ansiado escribir. 
En el libro de Buber es importante la propia obra de Milena, se reproducen unos cuantos artículos suyos, casi todos verdaderamente antológicos. Hay nombres de mucha talla en el libro: Karl Kraus, el arquitecto y diseñador de las vanguardias checas Karel Teige, el poeta Nezval... Pero son sólo eso, nombres prestigiosos que le ponen un pedestal a la tenacidad, la personalidad y la valentía indomables de Milena Jesenska. 
Cuando los planes de exterminio se pusieron en marcha, Buber-Neumann cuenta que además de ejecutar a todas las mujeres judías, se asesinó también a las paralíticas, las cojas o las que tuvieran algún miembro amputado y a las que sufrieran asma, alguna enfermedad pulmonar o un trastorno mental (cuando fue liberado el campo, de más de 5000 mujeres sólo quedaban 25). “Milena” es, además de la biografía de una mujer ejemplar, el testimonio de primera mano de una víctima del nazismo, de una mujer que dedicó el resto de su vida a denunciar el totalitarismo y las dictaduras. 


A diferencia de muchos otros, Milena Jesenská no emigró, no vaciló en sus convicciones y no dudó en expresar sus opiniones sobre la agresión de Hitler. También pudo ver los problemas de la región fronteriza de los Sudetes en Checoslovaquia desde ambos lados del conflicto.
Demacrada, aquejada de artritis y un doloroso eczema, en el campo de concentración Milena Jesenská contrae una grave enfermedad renal y fallece el 17 de mayo de 1944 a los 48 años.
Los nazis arrojaron sus cenizas a un lago vecino a Rawensbruck. Su nombre está inscrito con los justos entre los hombres en el Museo Yav Vashem de Jerusalén.




Jana Černá, llamada "Honza" por su madre, nació en Praga en 1928 y murió en la misma ciudad en 1981, hija de Milena y Jaromír Krejcar. Sólo tiene 11 años cuando su madre es conducida al campo de concentración  Tras la liberación de Ravensbrück, a la pequeña se le entregó un diente de su madre, para que conservase lo único que quedaba de ella. Su hija también se dedicó a escribir, entre otras ocupaciones, hasta su muerte en un accidente automovilístico. Milena tiene seis nietos que nunca conoció. Después de la toma de poder por el Partido Comunista de Checoslovaquia en febrero de 1948 junto a sus amigos Egon Bondy, Ivo Vodsedalek comenzó a publicar clandestinamente "Pulnoc".




En 2015, aún se descubrían diez nuevas cartas de Kafka a Milena. Son cartas completas y un buen puñado de párrafos habían desaparecido de su edición. En algunos pasajes, Kafka se refería a personas entonces vivas que habrían podido sentirse ofendidas. En otras, había malicias y bromas sobre los judíos. Carmen Gauger, la nueva traductora de las cartas, guía al lector en el prólogo del libro por esta "novela de amor" construida en un buen puñado de cartas que viajaron desde Praga, Merano y Karlsbad a Viena entre abril de 1920 y el día de Navidad de 1923. Cuatro meses después, Kafka murió.



Merece ser contado el hecho de que nunca antes, el conjunto de las cartas de Franz a Milena (las respuestas de Milena a Franz están desaparecidas) se había publicado íntegramente en español.
En algunos pasajes, Kafka se refería a personas entonces vivas que habrían podido sentirse ofendidas. En otras, había malicias y bromas sobre los judíos.
Gauger empieza por las presentaciones. ¿Quién era Milena? Existe hasta una biografía que lleva su nombre editada por Tusquets en los años 90, pero casi nadie se acuerda de ella. Que nadie se confunda con las fotografías: Milena no era Felice, la chica que siempre aparece en los retratos, la noviecita a la que Kafka envió 500 cartas de amor más bien claustrofóbico y a la que abandonó por culpa de un vómito lleno de sangre. Tampoco era Julie, la segunda novia del escritor, aquella prometida casi secreta. 

Para enero, el hilo entre los dos amantes ya estaba roto. Durante los siguientes dos años, intercambiaron unas pocas cartas en las que volvieron al usted y, sobre todo, trataron temas de literatura.
Dice Carmen Gauger que lo que de verdad le asombra de Kafka "no es el sentido psicológico ni las cosas que se suelen decir siempre. Lo que me conmueve es su prosa que es casi milagrosa. La pena es que, en traducción al español me temo que es imposible transmitir eso". La teoría de Gauger es que la lejanía de Kafka, escritor en lengua alemana en una ciudad en la que muy poca gente hablaba alemán, hizo que su prosa tuviese algo único, aparentemente mínimo pero después cálido y cercano.
"Es todo tan natural y perfecto... Después lees un texto de Thomas Mann y te das cuenta de que el lenguaje es mucho más forzado, más trabajado". Gauger no tiene ninguna duda de que las cartas de Kafka son una parte importante de su obra. "Para nada son periferia". ¿Y si jugamos a comparar la correspondencia a Milena con la que envió a Felice? "Estas cartas son mucho más explosivas".




Y es que es profundamente decepcionante y triste que no existan miles de entradas en internet sobre quién fue realmente Milena Jesénska, ni biografías decentes y completas que podamos encontrar fácilmente en las librerías. Milena es esa brillante desconocida que vivió las épocas más tormentosas de Europa. Y, aún así, siempre fue valiente, rebelde, única, inteligente. Milena fue libre. Y como ella existieron muchísimas mujeres más que por unas circunstancias u otras, sus vidas no llegan automáticamente a nosotros. Todas ellas hicieron historia, hacen historia. Seguimos haciendo historia, liderando revoluciones y persiguiendo sueños que en otros tiempos se veían impensables. Siempre seguirán vivas mientras sean recordadas y yo me quito el sombrero ante la idea de que una de las destinatarias de uno de los escritores más importantes de la literatura universal, le diera la vuelta a sus cartas para escribir , con actos, miradas y palabras, su propia historia. Desde los labios de la musa todo es nuevo y más especial. Milena tarde o temprano recibirá justicia y tendrá las páginas y menciones que merece, y se situará junto al nombre de otras mujeres que lucharon contra la opresión. Así será. 






Lucía Braña. 🖤



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