jueves, 19 de noviembre de 2020

Un dios entre las montañas





Para los amantes del cine  es difícil escoger un único director o directora (parece que se nos olvida la participación de las mujeres en el mundo de la dirección) favorita, ya que todos tienen algo asombroso que ofrecer. Unos se caracterizan por sus elaborados guiones, otros por sus inolvidables bandas sonoras... Pero sin duda alguna, existe un artista que lleva escondiéndose detrás de los árboles, de las colinas, de los atardeceres... Más de cuarenta años. Y eso no lo ha hecho brillar menos. 



Terrence Malick:

Un dios entre las montañas




Terrence Malick, director, guionista y productor de cine, nació un 30 de noviembre de 1943 en Waco, Texas, Estados Unidos. Su padre era de origen sirio libanés, y trabajaba en una compañía petrolífera de Texas, por lo que creció en Oklahoma y Texas. 
El Malick adolescente podía ser muchas cosas, pero no un inadaptado. En sus años de instituto mostró ser un excelente alumno, un muchacho simpático y culto, e incluso un buen jugador de fútbol americano. Como deportista Malick era lento, dicen, pero sorprendente por su visión de juego. Años más tarde su cine sería similar. Pausado, pero creativo. Complejo y brillante hasta el enojo.
Malick se formó estudiando distintas religiones (que influirían en sus futuras obras) y filosofía en las universidades de Harvard y Oxford, en cuyo Magdalene College estuvo preparando una tesis sobre el filósofo alemán Martín Heidegger, la cual nunca vio la luz.
Alguien de Oxford descubrió entonces su capacidad intelectual y consiguió que le dieran la beca Rhodes, quizá la más prestigiosa del mundo y sin duda la más antigua. Pero Terrence, fiel al fatalismo de los Malick, no perseveró y decidió mudarse a Londres. Justo antes de abandonar, visitó a su director de tesis para decirle:
“Eres un perfecto ignorante”.  
Se dedicó a la enseñanza de filosofía en el MIT, mientras trabajaba como periodista "freelance" para Newsweek, The New Yorker y Life.

En 1969, Malick obtuvo un Master del AFI Conservatory, una división del American Film Institute. Allí dirigió Lanton Mills ese mismo año, un cortometraje interpretado por Harry Dean Stanton, Warren Oates y él mismo. No quedó muy satisfecho con el resultado, y al parecer decidió no hacer más cortometrajes.

El agente Mike Medavoy, que conoció en el AFI Conservatory, le consiguió sus primeros trabajos como guionista. En los inicios de los años 70, escribió los primeros borradores de Harry el sucio y el guion de Pocket Money entre otros. También escribió el guion de la primera película dirigida por Jack Nicholson, al que también conoció en el AFI Conservatory. 

Todo esto hasta que en 1973 nace su primer largometraje: Malas Tierras (Badlands) y su su carrera comienza muy lenta pero exitosamente a desegar.

Malick es probablemente el director más misterioso que conozcamos, ya que no poseemos mucha más información sobre él. Cuenta con pocas entrevistas y apariciones públicas, además de una escasa pero asombrosa filmografía (diez largometrajes).
La casi inexistencia de entrevistas se debe a que propias películas contestan a las preguntas de quién es Terrence Malick, ya que en sus películas se esconden detalles autobiográficos, como la muerte de su hermano Larry, un guitarrista clásico notable, discípulo de Andrés Segovia en los cursos de verano de Música en Compostela. Pero también era obsesivo y exigente. Tanto que se rompió las manos “por no poder expresar su universo interior”. Poco después, Larry Malick se suicidó y su muerte dejó otro poso de melancolía en Terry, dolor reforzado por el fallecimiento del hermano pequeño, Chris, abrasado en un accidente de automóvil. Este perturbador episodio de su vida lo ha llevado a cuestionar en sus obras el origen y la existencia del espíritu humano. Lo retrata en El Árbol de la Vida y Knight of Cups. 
Malick es un director tan peculiar que ha llegado a esperar incluso veinte años para dirigir otra película (La Delgada Línea Roja) considerada una de las mejores películas antibélicas, muestra las consecuencias de la guerra en el ser humano a través de diferentes puntos de vista.  





El protagonista de esta entrada esconde diversas referencias literarias en sus obras. Christian Bale, por ejemplo, tuvo que leerse unos cuantos libros para entender la psicología de su persona en Knight of Cups. Cuando los actores preparan sus papeles, este les hace llegar un elaboradísimo ensayo y los libros necesarios para meterse en el papel. Malick desea que el reparto llegue lo más profundo posible dentro de sus respectivos personajes hasta tal punto que lo sientan como parte de ellos mismos. 

Trabajar con Terrence Malick es una experiencia que los actores no viven con ningún director más. Cuando estos le comentan alguna duda sobre su papel en el rodaje, este les recuerda algún pasaje de los libros o ensayos para que ellos mismos encuentren la respuesta en la literatura. 
A diferencia de la mayoría de los sets de rodaje, que se muestran muy ruidosos y agetreados, con Malick es diferente. Él jamás grita en los rodajes, dice "acción" susurrando y rara vez expone sus emociones. 
Todo el mundo desea grabar con Malick pero es altamente posible que finalicen su trabajo con él decepcionados, ya que los actores no son los protagonistas, sino un elemento más de las películas.

Es un cineasta difícil, de la estirpe de Tarkovsky y Erice, emparentado con Bergman o Kubrick en su tenaz búsqueda de respuestas. Al fin y al cabo, un director que rueda cinco películas en 38 años se toma las cosas con calma.
Junto a Tarkovsky, los pocos directores cuyo arte es comparable con el de Terrence, intenta enfrentar a sus protagonistas con su propia existencia. Sus cintas están plasmadas de una fe significativa. Es un poeta que a través de las imágenes busca sensibilizarnos sobre la humanidad. Mientras que Tarkovsky, incluso después de su muerte sigue siendo considerado como uno de los mejores directores de la historia, a Terrence Malick le persiguen las críticas por crear arte incomprensible para muchos, a pesar de tener relación con el cine del ruso. 



Andréi Tarkovsky 


Desde Badlands ha mostrado una técnica que prácticamente ha hecho suya: la voz en off. La voz en off o voz superpuesta  es una técnica de producción donde se retransmite la voz de un individuo que no está visualmente delante de la cámara.
Existen un único colaborador con el que se ha mantenido siempre: Jack Fisk, uno de los mejores diseñadores de producción de Hollywood. Otra cara conocida que colaboró más de una vez con él en sus trabajos más recientes es Sean Penn, por ejemplo. 

Si hay algo que destaque especialmente en las obras de Malick es incuestionablemente la fotografía.  Days on Heaven (1978) es considerada por muchos críticos como una de las películas más bellas filmadas en la historia del cine. Fue nominada a cuatro premios Óscar, obteniendo el de mejor cinematografía y ganadora del premio a mejor director en el festival de Cannes. 

Days on heaven y Badlands se podrían agrupar en una pareja, ya que las dos actúan como un trágico cuento moderno sobre la ambición del hombre y el desafío con la naturaleza. 

Aunque podríamos analizar todos y cada uno de los títulos, quiero centrarme dos películas especialmente influenciadas por el cristianismo y La Biblia. Una de ellas es "El Árbol de la Vida".
Esta comienza con la cita, la cual forma parte del primer diálogo establecido entre Dios y Job:
"¿Dónde estabas cuando yo echaba los cimientos de la tierra mientras me alababan los nacientes astros y prorrumpían en voces de júbilo todos los hijos de Dios?".



Job, León Bonnat (1880).


Es necesario hacer un breve resumen de los escritos de Job ya que tiene muchísimos paralelismos con la historia que se cuenta en El Árbol de La Vida.

Job era un hombre íntegro, recto y creyente que profesaba su amor a Dios. Será Satanás quien en una reunión de Dios con los ángeles (la corte celestial) plantea que es firme en sus creencias porque Dios le da todo tipo de abastecimientos pero que, cuando le falten sus numerosos bienes, lo maldecirá.
Por lo tanto, plantea que Job ama a Dios por los bienes materiales que le ofrece.
Mediante dos pruebas intentará hacer que pierda su integridad. 

En la primera prueba Job lo pierde todo: todos sus bienes incluyendo su gran rebaño, su casa y a todos sus hijos (10 en total), que mueren.
En la segunda prueba, "el Acusador" le aflige una úlcera que le afecta por todo el cuerpo. 
Después de estas grandes desgracias, Job mantiene su fe diciendo que, así como han aceptado todos los bienes de Dios como un don, hay que aceptar las cosas malas (Job 2,10).

Unos versos posteriores, Job rompe su silencio y manifiesta que si antes Dios le protegía, ahora le está humillando. (29-30). Además, aunque le implora, parece no responderle y él le recrimina ese silencio:

"Yo esperaba la felicidad y ha venido la desgracia, anhelaba la luz y ha llegado la oscuridad" (Job 30,26).

Desesperado, Job querrá saber la respuesta sobre por qué le han ocurrido todas esas cosas. Al final de los escritos, Dios aparece y le da una serie de preguntas retóricas (una de ellas la de la cita del principio de la película). 
Nunca aborda directamente la pregunta agónica.
La película inicia con la noticia de que uno de los hijos de la familia O'Brien ha fallecido.

La agonía de los padres, practicantes católicos, es absoluta. 
Igual que había hecho Job, los personajes intentan comunicarse con Dios. 

Es sobre todo la madre quien cuestiona la presencia de la divinidad, preguntándole dónde estaba en el momento en que su hijo muere. 
Como en los escritos de Job, la pregunta no es respondida directamente y la película da paso a imágenes del cosmos galáctico y de la misma creación de la Tierra, viendo como Dios "echa los cimientos" de esta mientras escuchamos 'Lacrimosa'. 




Malick muestra cómo de grande y bello es el mundo, indicando que se debe apreciar la maravilla y la belleza de este.

La pregunta de la madre sobre dónde estaba Dios parece responderse así. El drama y la muerte son fugaces y se desarrollan en un escenario sublime, a la vez despiadado. 
Malick reelabora los escritos de Job transformándolos en un relato moderno.  

Un símbolo que da el nombre a esta película es el siguiente: 



Para los celtas y paganos, el árbol de la vida era un árbol sagrado, tenía un significado y un valor muy especial. Para ellos, este árbol representaba el eje central del mundo y a través de él se podía crear una conexión entre los tres diferentes niveles del cosmos:
 
El subterráneo o inframundo: Representado por las raíces, ya que estas emanan desde las profundidades de la tierra. 
La superficie: Este simboliza el plano terrenal, y está representado por el tronco del árbol, el cual se encuentra en este mundo, el que habitamos. 
El cielo: Este es el plano divino y espiritual. Representado por sus ramas y hojas las cuales, vistos desde su perspectiva, parecían que se habrían camino hacia el firmamento. 


También se encuentra en el Génesis: “el hombre […] ya conoce el bien y el mal y si ahora coge el fruto del árbol de la vida, lo recoge y lo come, vivirá para siempre”. (Génesis 3,22)


La siguiente es su última película, Una Vida Oculta (2019), protagonizada por August Diehl, a quien la mayoría recordamos por su irónico papel como nazi en Malditos Bastardos (2009) y Valerie Pachner. 
Se trata de una película biográfica sobre el objetor de conciencia austríaco Franz Jägerstätter, un granjero católico practicante que, en pleno nazismo, se negó a profesar el juramento al Führer que debían llevar a cabo todos los alistados obligatoriamente en la Wehrmacht. Antes, Franz ya había sido el único en su pueblo en votar en contra del Anschluss.
Fue declarado en 2007 como beato y mártir por el papa Benedicto XVI y, desde entonces, venerado por la Iglesia católica.




Con una inmensa pasión por Una Vida Oculta, debo decir que es de mis mayores descubrimientos del año pasado y una de las películas que, sin yo ser religiosa, me ha conmovido. Es una magnífica obra de arte que de algún modo me ha cambiado y destrozado de una manera melancólica, dolorosa y muy bella. 
Pocas películas me han transmitido la misma paz que esta, incluso retratando los tiempos más oscuros sufridos en una Europa dolorida desde el punto de vista de una nación y la perspectiva rural. Es ese tipo de cosa bonita que te topas por casualidad y no sale de tu cabeza en mucho tiempo. La vi por primera vez hace unos meses y desde entonces ahí ha estado, clavada como una espinita en mi corazón. Si la sensibilidad fuese un cuerpo, esta cinta sería un corte de lado a lado en la yugular. 



El árbol de la vida y Una vida oculta


Para muchos, que su duración sea de tres horas sería un motivo para no verla. Pero realmente es perfecta para disfrutar en una tranquila y solitaria noche de verano, cuando nuestros sentimientos están a flor de piel. En mi opinión, no le sobra ni un solo minuto ni le falta ni una sola palabra que pronunciar. Cada plano es una triste postal sin destinatario fijo.
Malick ha creado una alabanza a las tradiciones en los pueblos. Una oda a la cotidianidad, a la paz, al amor, a la vida... 


Malick elude aspectos de la vida de Jägerstätter que hubieran otorgado una mayor complejidad al personaje, como el hecho de que tuvo una primera hija con otra mujer con la que no estaba casado y que su práctica religiosa surgió sobre todo a partir del matrimonio con su esposa Franziska Schwaninger (hay un momento en que la madre del protagonista parece reprochárselo a su nuera). 


Al no tratar los dilemas morales, religiosos y políticos que el caso de Jägerstätter plantea, y prestar a su vez una especial atención a los accidentes geográficos, muchos espectadores se sentirán aburridos e irritados, ya que los seres humanos no son lo más importante en la pelicula. Y ahí está la chispa de Terrence Malick. No coloca al individuo, por mucho que sufra internamente, en un puesto superior al mundo que le rodea. 
Personalmente considero que la intención del director al crear tantos hermosos y majestuosos planos de una Austria de ensueño, es mostrar al espectador cuán bella es la naturaleza, cuán tranquila y serena se muestra a pesar de las guerras que los humanos creamos, cómo nos observa sin inmutarse. Cuán minúsculos somos ante las bases de la creación. Es una sensación tan pacífica y a la vez es entendible que no sea del agrado de todos. Al leer críticas a la película por no centrarse específicamente en el protagonista, quiero añadir que Terrence está mostrando en su globalidad los sentimientos humanos, el sistema que nos oprime, la manera en que un habitante más de un pueblo remoto prefiere morir siendo fiel a su coherencia y creencias personales a vivir sirviendo a un dios que no es el suyo y sufrir en un mundo donde como hombre individual no eres nadie, no tienes voz. Y este egoísmo individual, que en su día fue visto como lo peor de lo peor, personas como yo lo recuerdan como un acto de heroicidad. Porque no hay héroe más grande que se arriesgue aún sabiendo que tiene las de perder. Sin embargo, si pudiera, le diría a Franz que tarde o temprano el universo se acuerda de todos. Tarde o temprano nuestra voluntad habrá servido para algo más que morir en paz. 
Estoy muy contenta con que Malick haya decidido plasmar está historia en su última película.


La cámara se mueve sin descanso y observa a los actores y su entorno como si fuera el ojo de Dios; la acción -es un decir- transcurre a través de un montaje permanente de imágenes de miradas solemnes y manos que acarician trigales; los personajes hablan casi exclusivamente en 'off' y entre susurros, a menudo dirigiéndose directamente al Todopoderoso.








Con la mejor fotografía que he visto nunca (Jörg Widmer)  y una emocional banda sonora creada por James Newton Howard, es imposible no emocionarse, más sabiendo que la película se rodó el en pueblo real. 


Las últimas palabras del largometraje, pronunciadas por su mujer: 


"Llegará el día en el que entendamos todo esto. Y no habrá misterios, sabremos por qué vivimos. Nos reuniremos. Plantaremos huertos, campos. Volveremos a reconstruir la Tierra. Franz, nos encontraremos allí, en las montañas".


No podría terminar de una manera más preciosa.


La película finaliza con una cita visual de George Eliot que envuelve el bello y triste motivo de ser de Una Vida Oculta. Me ha gustado tanto que la tengo en un armario de mi habitación: 

"...Porque el bien creciente del mundo depende en parte de actos al margen de la historia; y que las cosas no nos vayan tan mal a ti y a mí, como pudiera haber ocurrido, se debe en parte a los que vivieron fielmente una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita". 


Con esta entrada no intento persuadir al lector para que crea que Terrence Malick es el mejor director o guionista, ni siquiera que le guste su cine, sino que lo llegue a comprender un poco más. Tiene un estilo tan definido como director que dudo que algún día vaya a cambiar, lo que eso hace que espectadoras como yo lo adoren y otros, en cambio, lo detesten. Para mí, Malick es más como un director de documentales y todos ellos tratan sobre el ser humano siendo una molécula más en el universo. Lo que es indiscutible es que Malick, con tan pocas películas, ha dejado una huella imborrable en el cine, muy pocas personas logran algo así. Es una suerte contar con un artista tan único, inusual que te desnude el alma tan íntimamente en un mundo superficial y monótono. Es totalmente notable el hecho de que está enamorado de lo que hace y que no le importa “el gran público”. Ver una película suya en el cine sería como un acto suicida. 
Esperemos que no tengan que pasar muchos años hasta su próxima aparición como director y podamos seguir disfrutando de algo tan puro y exquisito. 
Si yo misma fuese directora de cine, definitivamente Malick sería una de las inspiraciones más enriquecedoras que podría encontrar. Y es que sus películas se sienten tan personales, tan yo, que me sería imposible no imitarlo, porque su cine se parece más a un poema, a una melodía, a una carta de amor, que a cualquier otra producción artística. La falta de acción hace que en contraste se alteren las emociones. No sé cómo, pero lo consigue.
La creatividad de esta mente tan maravillosa inspira filosofía lo mires por donde lo mires. Démosle siempre el beneficio de la duda y dejémonos llevar por la experiencia onírica que ofrece Terrence Malick, un tesoro del séptimo arte.  









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