"El amor es intensidad y por esto es una dimensión del tiempo, estira los minutos y los alarga como siglos".
Octavio Paz
Retrotopía
"Los amantes", René Magritte (1928)
"Retrotopia" es la segunda parte de mi anterior entrada, "Amor Líquido".
Debido a que en la pasada introducción escribí sobre algunas teorías filosóficas del amor, en este caso hablaré sobre teorías científicas como contraste.
Según la ciencia, el "juego del amor" es un proceso neurológico que se produce en el cerebro e implica diferentes partes: el hipotálamo, la corteza cerebral, la amígdala, el núcleo accumbens y el área tegmental frontal.
La oxitocina y la vasopresina son las hormonas más estrechamente asociadas al amor, aunque no las únicas. Las produce el hipotálamo y las libera la glándula pituitaria. Ambas influyen tanto en los hombres como en las mujeres e interactúan con el sistema de recompensa dopaminérgico y pueden estimular la liberación de dopamina por el hipotálamo. Neurotransmisores como la adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina o vasopresina son fundamentales a la hora de intentar comprender la razón por la que nos enamoramos. Los estudios demuestran que la primera vez que nos enamoramos, los niveles de serotonina se desploman y los centros de recompensa del cerebro se inundan de dopamina. El efecto es similar al de una droga. Que el amor se localice en una determinada área del estriado, asociada con las adicciones a las drogas, podría explicar que "el amor es un hábito que está formado por un deseo sexual que se retroalimenta a través de una recompensa". El proceso es el mismo que producen las drogas en las personas adictas.
Existe una teoría llamada "Teoría triangular del amor", creada por el psicólogo Robert Stenberg, el cual defiende la existencia de siete formas de amar según distintas combinaciones entre la intimidad, la pasión y el compromiso.
1. Cariño: Hace referencia a la amistad verdadera. Solo hay intimidad pero no existe pasión ni compromiso. Los miembros de la relación se sienten cercanos y confían uno en el otro, pero no hay deseo ni compromiso como pareja.
2. Encaprichamiento: Hay mucha pasión pero no hay ni intimidad ni compromiso, lo que convierte estas relaciones en superficiales.
3. Amor vacío: Se caracteriza por un elevado compromiso, sin pasión ni intimidad. Es habitual en las relaciones interesadas o en las de larga duración, cuando no existe confianza ni relaciones íntimas, pero sí existe ese compromiso por estar juntos.
4. Amor romántico: Es una forma de amar en la que las personas sienten atracción y excitación, además de confianza y cercanía.
5. Amor sociable: Suele ocurrir en relaciones duraderas. Existe intimidad y compromiso, pero no pasión. Es el tipo de amor que puede manifestarse cuando no hay deseo pero la convivencia juntos u otros factores les mantienen unidos y puede ser igual de satisfactorio.
6. Amor fatuo: Predomina la pasión y el compromiso, pero no existe intimidad. El amor fatuo puede producirse porque los miembros de la relación quieren estar juntos, pues existe el deseo y la excitación pero, sin embargo, no tienen muchas cosas en común.
7. Amor consumado: Este es el amor completo. Está formado por los tres elementos de la teoría piramidal de Sternberg. El amor consumado es el principal arquetipo amatorio, es el amor ideal. También recibe el nombre de amor maduro.
Cleopatra y Marco Antonio
Cleopatra nació en Alejandría, Egipto, en 69 a.C, hija de Ptolomeo XII. Fue la última gobernante de la dinastía ptolemaica del Antiguo Egipto. También fue diplomática, comandante naval, linguista y escritora de tratados médicos. El legado de Cleopatra permanece en numerosas obras de arte, tanto antiguas como modernas y numerosas dramatizaciones de su vida en la literatura y otros medios.
Marco Antonio nació en Roma el 14 de enero de 83 a.C. Fue un militar y político romano de la época final de la República, conocido también como Marco Antonio el Triunviro. Fue un importante colaborador de Julio César en 47 a.C, y fue postergado hasta su nombramiento como magister equitum y cónsul, junto con el propio dictador, para el año 44 a.C, cuando se produciría su asesinato.
Elizabeth Taylor y Richard Burton protagonizaron "Cleopatra" (1963)
La historia de amor de Cleopatra y Marco Antonio estuvo caracterizada por la pasión, la tragedia, las intrigas y la lucha por el poder. Fue tan intenso que incluso desestabilizó la fortaleza del Imperio Romano.
Tras huir con su padre a Roma por el asesinato de su madre y el marido de su hermana a manos de esta última, la cual le arrebató el trono al padre de ambas, regresaron para recuperarlo con un ejército.
Su padre fallece y ella accede al trono mediante el matrimonio con su hermano Ptolomeo XII, pero nada salió como ella esperaba, ya que se entera de que su marido planea librarse de ella para reinar en solitario, así que huye a Siria para salvar su propia vida.
Julio César, el cual estaba en Egipto, cayó rendido a los pies de Cleopatra cuando esta viajó hasta allí a escondidas con un maquiavélico plan para recuperar el poder. Y es que la joven no solo era hermosa, sino que conocía nueve idiomas, le intersaba la astronomía y era una amante de los libros.
Tras pasar la noche juntos, César lo arriesgó todo para embarcarse en una guerra civil y subir a Cleopatra al trono como reina independiente, aunque no pudo compartir con ella el esplendor del reino, ya que sería ejecutado ante la desaprobación de Roma.
Pero fue realmente Marco Antonio el que conquistó el corazón de una de las mujeres más poderosas de la historia. Tras el asesinato de Julio César, con el que había tenido un hijo, vio peligrar su vida y no tuvo más remedio que regresar a Egipto para maquinar una nueva obra que la ayudara a mentener el poder.
Marco Antonio no estaba muy conforme con el comportamiento de la Reina de Egipto, así que la hizo llamar para humillarla y que se disculpase por su mal hacer. Cleopatra acude, pero con la intención de seducirle. Esta le ofrece al militar la revelación de un mundo divino en la que ella es el centro. Juntos formarían una pareja capaz de recusitar la edad de oro y hacer renacer un Egipto lleno de grandeza y esplendor. Cuatro días y cuatro noches más tarde, las negociaciones habían llegado a su fin y Marco Antonio, completamente enamorado, acompañaba a Cleopatra de regreso a Egipto para instalarse en el Palacio de la Reina de Alejandría a vivir una pasión que, en total, duraría catorce años.
Marco Antonio, por amor, abandonó no solo sus obligaciones familiares, sino también las políticas y militares para vivir una fastuosa vida en Egipto llena de lujos con su amada. Esto le llevó a ser declarado enemigo de Roma. Los historiadores incluso cuentan que Marco Antonio "no estaba en posesión de sus facultades, parecía estar bajo los efectos de una droga o brujería". Estaba siempre pensando en ella en vez de pensar en sus enemigos".
La pareja atravesó rupturas, reconciliaciones y luchas por el poder y control. De hecho, Marco Antonio tuvo que regresar a Roma para casarse con Octavia, como parte del acuerdo político que intentaba lograr Octavio para que no se destruyera del todo el triunvirato. Con ella tuvo dos hijas pero ni siquiera ellas consiguieron hacerle olvidar a Cleopatra y, cuatro años después, repudió a su esposa y regresó a Egipto para reencontrarse con su reina y casarse con ella. El amor de la pareja se materializó en los tres hijos que nacieron fruto de su unión.
El trágico y dramático final llegó de la mano de una terrible derrota en el campo de batalla, unida a un malentendido que resultó ser mortal. Octavio llevó su lucha contra Marco Antonio hasta Egipto, cuya tropa cae y él consigue huir y refugiarse con Cleopatra en Alejandría.
Un año más tarde, Marco Antonio recibe la falsa noticia de que Cleopatra había muerto por parte del ejército de Octavio para terminar de una vez por todas con la pareja y, el romano, que le había prometido a su amada que a la muerte de uno le seguiría la muerte del otro, decide, el 1 de agosto de 30 a.C, quitarse la vida clavándose su propia espada.
Cuando Cleopatra, a la que Octavio Augusto pretendía llevar a Roma como botín de guerra, se enteró de la muerte de su amor, quiso dejarse morir, rota de dolor por la pérdida amorosa. Sin importar qué, Cleopatra intentó sobrevivir y mantener su poderosa reputación costara lo que costase, y, desesperda, intentó jugársela a Octavio como ya había hecho anteriormente con Julio César y Marco Antonio. Sin embargo, la bella mujer no contaba con un detalle. Según se cuenta, a Octavio no le gustaba su nariz y por ese motivo no cayó en sus redes.
"Si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo habría cambiado".
Ella, negándose a la humillación de compartir triunfo con Octavio, se vistió sus mejores galas, pidió que su cuerpo fuese sepultado junto al de Antonio y se quitó la vida cumpliendo con el procedimiento ritual egipcio de hacerse morder por una cobra egipcia. Corría la mitad de agosto del año 30 a.C y Cleopatra no había cumplido aún los cuarenta años.
Al no poder llevarse a ninguno de los dos como prisionero tras su triunfo, Octavio se llevó a Roma a los tres hijos de la pareja como trofeo de guerra y se los entregó a la viuda legal de Marco Antonio, Octavia, para que los tutelara. Aunque de los varones no se supo nada más, sí se conoce que Cleopatra Selene se casó con el rey africano Juba II de Numidia y estableció su residencia en Mauritania hasta su muerte.
Con el fallecimiento de la pareja, no solo finalizó una de las más bellas y pasionales historias de amor de todos los tiempos, sino que también fue el fin de un sueño que había durado veintidós años, los que la reina consiguió mantenerse en el poder y expandir su reino. Con su suicidio también se dio fin a una era: el año 30 a.C marcó el final del esplendor deñ Antiguo Egipto al ser incorporado como una provincia más al Imperio Romano, concluyendo así con los tres mil años de historia ininterrumpida en tierra de faraones.
Mary Cassatt y Edgar Degas
Mary Cassatt (22 de mayo de 1844 ; 14 de junio de 1926) fue una pintora y grabadora estadounidense. Aunque nacida en Pensilvania, pasó gran parte de su vida adulta en Francia, donde forjó amistad con Edgar Degas y se incorporó al movimiento impresionista. Cassatt pintó, principalmente, imágenes representando la vida social y privada de las mujeres, con especial énfasis en los lazos entre ellas y sus hijos.
Edgar Degas (París, 19 de julio de 1834 ; íbidem, 27 de septiembre de 1917) fue un pintor, escultor y grabador francés. COnsiderado uno de los fundadores del Impresionismo, aunque él mismo rechazaba el nombre y prefería llamarlo realismo o arte realista, Degas fue uno de los grandes dibujantes de la historia de su magistral captación de las sensaciones de la vida y movimiento, especialmente en sus obras como bailarinas, carreras de caballos y desnudos. Sus retratos son muy apreciados por la complejidad psicológica y sensación de verdad que transmiten.
Mary y Edgar se conocieron en 1877 y aunque no fueron amantes, se hicieron inseparables. Se miraban uno al otro y veían su propio reflejo, pero él, como hombre, como figura pública, como introductor de la pintora al círculo impresionista, siempre sintió cierta superioridad hacia ella que molestaba a la pintora.
"¡Ha intentado dar diez pinceladas a mi cuadro!", se quejaría un día que el pintor de bailarinas visitaría su estudio.
Degas no era la mejor de las personas pero sabía reconocer el talento, que es básicamente todo lo que le importaba. Cuando vio en el Salón de París el cuadro de una mujer con un vestido de azul, de pronto se sntió conmovido: "Aquí hay alguien que siente como yo lo hago".
La sorpresa vino cuando supo que la responsable del cuadro era una tal Mary Cassatt, una americana que había huído de su país porque allí las mujeres no tenían permitido realizar pinturas con modelos desnudos.
Y allí tenía a una mujer que sentía como él, que era como él, que también había volcado todo lo que nos hace humanos y sensibles en su obra, olvidando por completo lo poco que le quedaba después al artista.
En 1877, por fin se conocieron gracias al artista y grabador Joseph Gabriel-Tourny. A partir de ahí, Degas la invitó a unirse al grupo de impresionistas. Tenían sus estudios uno al aldo del otro, apenas cinco minutos a pie y las visitas eran constantes. Dega le daba consejos y le ayudaba a conseguir modelos.
La niña de su célebre cuadro Niña pequeña en un sillón azul era la hija de un buen amigo de Degas.
El pintor estaba entusiasmado con el cuadro, tanto, que no podía evitar marcar ciertas pinceladas cada vez que lo veía.
Al principio, Cassatt estaba feliz y abrumada de que un pintor de la talla de Degas estuviese interesado en sus cuadros, pero tanta intromisión acabó por cansarla hasta el día que le pidió que se marchase. Escuchaba sus consejos pero no le hacía caso, puesto que Cassatt no necesitaba hombre alguno que le dijese cómo pintar. Degas respetaba esta independencia y siguieron colaborando, aunque a veces sus carácteres chocasen. El humor de Degas podía sacar sus casillas a muchas personas, pero Mary optaba por mantener la calma y mandarlo, simplemente, al diablo.
A partir de aquí empezó un ligero distanciamiento, sobre todo por un proyecto fallido: la creación de una revista artística aprovechando la imprenta que Degas había adquirido.
Entonces, en 1894, apareció el caso Dreyfrus y la vida empezó a separarlos de manera definitiva.
El antisemitismo de Degas era muy conocido. Llegó a incluso cortar cualquier relación con amigos judíos y apoyó de manera activa la causa anti Dreyfus. Cassatt, por su parte, había pintado cuadros de encargos de la coleccionista Moyse Dreyfus, pariente del acusado del caso.
Cassatt tomó el control absoluto de su carrera, su vida y su obra y empezó a trabajar no solo en su proyecto artístico, sino en su reputación. Quemó la mayoría de su correspondencia privada, no alternó mucho con otros pintores y desde luego no dejaba que nadie pensara que era la amante de Degas.
Degas siguió siendo el delicado pintor del movimiento y el cuerpo y Cassatt esa maravillosa dibujante de la ternura de las formas, a pesar de ser los dos personas arrogantes y frías. Después de todo, los artistas siempre pintan todo aquello de lo que carecen.
Su relación ha creado una obra de teatro, The Indenpendents y una novela en la que se fantasea con una historia de amor. I've always loved you. Han sido muchas las exposiciones que han conjuntado su trabajo, la primera en 1915. Se trataba de una exposición que mezclaba las obras de ella, que trataban el sufragio femenino y las de él, lleno de comentarios antifeministas. "¡Ninguna mujer tiene el derecho de pintar así!", dijo al ver Two Women Picking Fruit.
Al saber lo que habían hehco con la exposición, Mary rompió a llorar. Era irónico que un pintor tan independiente, orgulloso, antisemita y conservador, seguro de su superioridad artística y moral, viera al final de su vida cómo se juntaba su obra con la de una mujer.
"Cuídale, ¿quieres?", le dijo Cassatt a la sobrina de Degas cuando éste cayó enfermo.
Murió en 1917 y Cassatt siempre lamentó que fueran demasiado iguales para haber podido vivir juntos.
Su arte, sin embargo, siempre será mejor junto que separado.
En 1910, Mary contrae una enfermedad en un viaje a Egipto con su hermano. La muerte de este le afectó tanto física como emocionalmente que no le permitió pintar durante un buen tiempo. Tres años después, ellá caería enferma de diabetes, la cual le afectaría la vista y no podría pintar más. Y se apagó, casi ciega.
En lo que no hay duda es que se conocieron para amarse un poco más a sí mismos.
"Niña pequeña sentada en sillón azul", Mary Cassatt (1878)
Gustave Flaubert y Louise Colet
Gustave Flaubert (12 de diciembre de 1821 ; 8 de mayo de 1880) fue un escritor francés. Considerado uno de los mejores novelistas occidentales, es conocido principalmente por su novela Madame Bovary, además de por su escrupulosa devoción a su arte y estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste (la palabra exacta).
Louise Colet, seudónimo de Louise Révoil, (15 de agosto de 1810 ; 8 de marzo de 1876) fue una poetisa francesa.
Flaubert y Colet se conocieron en 1846 en el estudio del escultor Pradier. Ella tenía treinta y cinco años y él veinticuatro y su romance (el único estable del escritor) duraría ocho años, la mayoría a través de cartas, ya que apenas se veían y la llevaban en secreto. Colet vivía en París, y era una mujer de mundo, estaba divorciada y tenía una hija no reconocida por su padre, el artista Hippolyte Colet, cosa que no le gustaba de la que bromearan los periodistas, ya que cuando uno se atrevió, le clavó literalmente un cuchillo en la espalda. Mientras, Flaubert apenas era un escritor provinciano con ansias de fama. Para entonces, ella ya era toda una femme artiste de extraordinaria belleza física e increíble talento cuya fama se expandía en todos los círculos intelectuales parisinos: fue de las primeras escritoras en vivir del periodismo, tenía una vida política incesante y era amiga y amante de Victor Cousin, de Musset, de Chateaubriand, de Bigny, de Hugo, entre otros.
La profusa correspondencia coincide en el tiempo en que el autor escribía su obra maestra Madame Bovary. Los amantes compartían pues, pasión literaria. Intercambiaban textos de interés y se corregían mutuamente.
Las primeras cartas muestran una pasión caudalosa que casi les ahogaba de deseo, una pasión no solo amorosa, carnal y dramática, sino que además, creativa. Al no poder encontrarse, Louise se subía por las paredes. Se pueden entrever perfectamente sus sentimientos en las respuestas de Flaubert, sentimientos bipolares de altibajos emocionales. Todo su afán estaba en conseguir un compromiso por parte de Flaubert, que no llevaba nunca.
Sartre llegó a decir que Flaubert prefería escribirle que hacerle el amor. Aunque Flaubert la respetaba, siempre era duro con ella tanto en lo sentimental como en lo intelectual cuando le corregía sus poemas o sus ideas románticas de la literatura: le exigía que escribiera con la cabeza, no con el corazón, que se escribiera como hombre, no como mujer. Colet fue de las primeras mujeres en enfrentarse al hecho de mutilar su feminicidad para tener éxito como escritora. Gracias a esta tortuosa relación para ella y lúdica para él, hoy podemos leer la correspondencia entre ellos. La desgracia de este caso es que se deshicieron de todas las cartas de Colet, ya que fueron quemadas por la sobrina de Flauvert después de que este falleciera, quedando como única perspectiva la de él. A su sobrina le parecían indecentes las cartas que su tío escribá, aunque este las guardaba como si de oro se tratase:
"Tus cartas, amor querido, llenan toda una carpeta. Están aparte, con las cositas que proceden de ti.
He visto la rama verde que llevabas en el sombrero cuando nuestro primer viaje a Nantes, las pantuflas de la primera noche y un pañuelo mío lleno de tu sangre. Tengo tantas ganas de besarte esta noche. Pongo mis labios sobre los tuyos y te abrazo desde lo más hondo de mí mismo, por todas partes.
¡Al fin el mes que viene volveremos a vernos!".
El 16 de enero de 1852 le escribió una carta que, sin exagerar, definiría la vanguardia narrativa por los siguientes siglos:
"Hay en mí, literalmente hablando, dos hombrecitos: uno apasionado del estrépito, dle lirismo, de los grandes vuelos del águila, de todas las sonoridades de la frase y las cumbres de la idea; otro que hurga y cava en la verdad tanto como puede, uno que detalla por igual los pequeños y grandes sucesos con la misma fuerza, que quisiera hacerte sentir casi materialmente las cosas que reproduce. Este último ama reír y se complace de la animalidad del hombre".
Debido a diferentes perspectivas del futuro, se alejaron durante cuatro años. Cuando reanudan la correspondencia, Flaubert ya es otro, mucho más centrado, mucho mejor escritor. Louise ha cambiado también. Ahora, ambos se conforman con el placer que les proporciona la relación epistolar.
"Las relaciones son buenas, pero no en exceso, hacen perder mucho tiempo", decía Flaubert.
Se dan continuos mimos epistolares que debían de ser muy reconfortantes e inspiradores.
"Si yo pudiera, cada mañana tu despertar se vería perfumado por una olorosa página de amor".
Después de ocho años de amistad, y terminada su Madame Bovary, Flaubert decide a finalmente establecerse en París por una temporada. Entonces perdemos la pista a los amantes. Solo una nota que este le envía a Louise un año más tarde nos da pista certera de cómo la cercanía machacó la magia:
"Señora,
Me he enterado de que se había tomado la molestia de venir tres veces, ayer por la tarde, a mi casa.
No estaba. Y temiendo las afrentas que semejante persistencia por su parte podría traerle por la mía, la cortesía me induce a advertirle que nunca estaré.
Un saludo atentamente".
A pesar de una nota tan amarga, también hubo tiempo para el romance. Así se despide epistolarmente Flaubert de Colet:
"Sí, te amo, mi pobre Colet, y no deseo nada más que el que seas feliz de cualquier manera, abrigada de flores y alegría. Amo tu perfecto y bello rostro franco, el peso de tu mano, el roce de mis labios en tu piel. Si soy duro contigo, piensa que es por culpa de mi tristeza, de los agrios nervios y de las languideces mortuorias que me acosan o me hunden. (...) Adiós, un beso en tu boca rosa.
"Yo no necesitaba a Gustave en mi vida. Míralo así: yo tenía treinta y cinco años, era bella, era... renombrada. Había conquistado Aix, luego París. Había ganado dos veces el premio de poesía de la Academia. Había traducido a Shakespeare. Victor Hugo me llamó su hermana, Béranger, su musa. En cuanto a mi vida privada, mi esposo era muy respetado en su profesión; mi protector era el más brillante filósofo de su tiempo. ¿Has escuchado de Victor Cousin? (...) No me jacto de mis logros, no necesito hacerlo, pero entiendes mi punto. Yo era la vela, él la mariposa nocturna. La señora de Sócrates rebajada a sonreírle a un desconocido poeta. Yo era quien le convenía, no él a mí", decía Colet.
"Lo único que quería de mí, al final me di cuenta, era que yo fuera una simple compañía intelectual".
Marina Abramović y Ulay
Marina Abramović (30 de noviembre de 1946) es una artista serbia dedicada al arte del performance, cuya carrera comenzó a principio de los años 70. Activa durante más de cuatro décadas, se ha descrito a sí misma como la madrina del arte de la performance. El trabajo de Abramović explora la relación entre el artista y la audiencia, los límites del cuerpo y las posibilidades de la mente.
Frank Uwe Laysiepen, más conocido como Ulay (30 de noviembre de 1943 ; 2 de marzo de 2020), fue un fotógrafo y artista alemán de performance de finales de los años 60 y 70 con obras expuestas en el año 2010 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El contenido central de sus obras es la relación entre el cuerpo, el espacio y la sociedad.
Todo comenzó en 1976, cuando ambos se conocieron en Ámsterdam. Fue amor a primera vista y desde entonces hasta poco más de 10 años después permanecieron juntos y amándose, llegando a ser una relación más sólida y duradera de lo que sus protagonistas jamás imaginarían.
Su unión no fue solo amorosa, sino también artística. Los unía el deseo tanto como esa rara intensidad que brinda la experiencia estética, especialmente en el caso del arte de la performance, que no diferencia la vida, la vivencia ni el tiempo cotidiano del tiempo del arte, sino todo lo contrario: en la performance, la vida y obras de arte devienen de la misma cosa. Se sumergían en el arte experimental, que llegó a ser incluso peligroso, como cuando mantenían flechas apuntándose a cada uno de ellos durante horas, y la aventura de crear a dúo.
Ellos, cuyo estilo de vida pasó a ser nómada, recorrieron el mundo en una furgoneta, en una minivan Citroen, en los 70 sin nada que llevarse a la boca, tejiéndose sus propios jerséis e intentando hacer reflexionar al mundo sobre las relaciones de pareja a través de sus delirantes instalaciones. Atravesaron las caminos de la ex Yugoslavia y otras rutas europeas, siendo unoa artistas utópicos, pobres, soñadores y enamorados. Nada vaticinaba entonces que más tarde, debido a problemas de autorías y de dinero, vendrían tiempos complejos y mucho más terrenales.
Ellos, que hicieron de su ruptura, por más cariño que se tuviesen, en 1988, la más sonada y original de todos los tiempos, fundiéndose en un abrazo eterno tras recorrer, cada uo desde una punta, los más de 21.000 kilómetros de Muralla China. El performance se llamó The Lovers y ella se situó en el Mar Amarillo y él en el desierto de Gobi y caminaron hasta unirse.
En una de sus performances, Relation in time, que uvo lugar en Bolonia, los creadores se ataron el pelo, mirando en direcciones contrarias durante más de dieciéis horas.
Pero en el 2010, en el MoMA, en Nueva York, donde tenían instalaciones como la de besarse hasta desmayarse por quedarse sin pxígeno o la de abofetearse hasta la extenuación, hubo reencuentro. Ella, ataviada xon un largo y encantador vestido rojo, sentada de forma simple en una silla, enfrentada a una mesa vacía, recibía a quien fuera que quisiera ponerse por delante. Recibió cientos y cientos de visitas durante un mes. A cada persona le dedicó un momento de conexión sin palabras, de cruce emocional y perceptivo.
Una de estas visitas fue imprevista para ella. Se trataba de Ulay. Su ex pareja artística y compañero sentimental. Se sentó repentinamente enfrente suyo, en la silla vacía, tras veintidós años sin hablarse ni tratarse. Y la miró. Y ella abrió los ojos. Y se miraron.
Avramovic reaccionó dejando salir las lágrimas de sus ojos y estirando sus brazos sobre la mesa para destruir el espacio que los separaba y tomarse de las manos. Todos los espectadores allí empezaron a aplaudir mientras ellos se sonreían. Hacía tanto tiempo que no se veían...
Fue tal el éxito de ese reencuentro que se hizo viral en internet, y por eso los ex han decidio exprimir al máximo su relación por amor al arte.
Aunque más tarde, en 2015, volvió a surgir el odio o rencor entre ellos. En ese mismo año, Ulay demandó a Ambramović para reclamarle una parte de los derechos de las obras que realizó con ella. El juez le dio la razón y ella le ha tenido que pagar 250.000 euros.
Marina, que también tuvo relaciones turbulentas con sus dos ex maridos, dijo en su defensa que Ulay fue una especie de nefasto marchante de sus obras durante una temporada, que vendió a muy bajo precio a personas que no sabían apreciarlas.
En 2017, cuando se juntaron nuevamente para filmar juntos su historia, en el documental The story of Marina Abramović and Ulay, sostuvieron que entre ellos reinaba la paz. Su relación, hasta la muerte de Ulay, se convirtió en una bonita amistad y un modo de vida, ya que dieron conferecnias sobre lo que significó para ellos su vínculo amoroso y artístico que no han dejado de explorar todo lo posible.
Ulay falleció a los setenta y seis años Liubliana, Eslovenia, el 2 de marzo de 2020 a consecuencia de complicaciones causadas por el tratamiento para el cáncer linfático que padecía.
Ulay dejó este mundo, se alejó de la vida, del arte, de sus polaroids, de la performance; de Marina.
Apenas enterada de la noticia, Abramović despidió a quien fue el amor de su vida a través de sus redes:
"Con gran tristeza me enteré hoy de la muerte de Ulay, mi amigo y mi ex compañero. Era un artista y un ser humano excepcional, que será profundamente extrañado. En este día, es reconfortante saber que su arte y su legado vivirán para siempre".
Florecer en la tristeza, con el recuerdo y el temblor ante los secretos de estos dos artistas y amantes compartían: la línea que los enebró, libres, jóvenes y que los mantuvo a salvo del peligro y del espanto, tanto en sus performances como en la vida misma.
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir
Jean Paul Sartre (21 de junio de 1905 ; 15 de abril de 1980) fue un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista. Fue el décimo escritor francés seleccionado como Premio Nobel de Literatura en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla rechazar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones establecidas del sistema. El corazón de su filosofía era la preciosa noción de libertad y su sentido concominante de la responsabilidad personal. Insistió, en una entrevista pocos años antes de su muerte, en que nunca había dejado de creer que "el hombre se hace a sí mismo".
Simone de Beauvoir (9 de enero de 1908 ; 14 de abril de 1986) fue una filósofa, profesora y escritora francesa y una luchadora por la igualdad de derechos de la mujer. Escribió novelas, ensayos, biografías y monografías sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Su pensamiento se enmarca en la corriente filosófica del existencialismo y su obra El segundo sexo se considera fundamental en la historia del feminismo.
En París, en octubre de 1929, dos brillantes jóvenes estudiantes de filosofía se enamoraron profundamente.
Simone de Beauvoir fue una niña solitaria, apegada a su padre, quien le enseñó el amor por los libros y el conocimiento. Fue una chica que siempre sintió que tenía "un cerebro de hombre" en el cuerpo de una mujer. Pese a la lamentable situación económica que vivió en su infancia por culpa de las malas inversiones de su padre, un abogado, su hermana y ella siguieron recibiendo una educación privada y elitista, pero de pronto De Beauvoir se rebeló contra las imposiciones. En sus memorias relata cuándo perdió la fe: a los quince años, una noche en que se asomó a la ventana y se dijo que ya no creía en Dios.
Jean Paul Sartre siempre vivió como un niño consentido y ególatra hasta que se dio cuenta de que el mundo de los adultos estaba lleno de pura farsa. Por una especie de complejo de inferioridad, este hombre buscó refugio en las mujeres, el alcohol, las drogas y la filosofía. Se le acusó de acoso sexual cuando era profesor, así que dejó la docencia, aunque ese disgusto no le duró mucho, pues pronto comenzaría a publicar sus obras. También se le calificó de machista, a lo que él respondía diciendo: "Soy un machista liberal".
Así, con estas almas, la solitaria y el ególatra se convirtieron en una de las parejas más polémicas del siglo XX. El filósofo español Manuel Cruz explica el porqué:
"Este par mitificó su relación como paradigma de libertad y modelo de ruptura con las formas de vida burguesas tradicionales. Se trataron de usted durante más de cincuenta años, nunca vivieron juntos, se negaron a contraer matrimonio y tener hijos, y es conocida la libertad con la que ambos aceptaban que el otro miembro mantuviera relaciones con terceras personas".
Su relación era, en esencia, un idilio de escritores. Se veían todos los días para leerse mutuamente y charlar sobre sus ideas: la ética, el cuerpo, el cosumo de drogas... Se amaron raro, a fuerza de debate, de admiración, de complicidad y espacio. Cuando Simone leía uno de sus textos, era como una profesora y era dura, pero él amaba eso. Sartre nunca publicó nada sin que Simone lo hubiera leído palabra por palabra y criticado. Una vez, él le pidió que regresara antes de Estados Unidos solo para que le corrigiera un manuscrito.
Simone era más alta que Sartre y ponía su mano en el hombro de él todo el tiempo, un gesto muy tierno. Él siempre la miraba, aunque no pudiese ver muy bien al final. A veces también se terminaban las frases el uno al otro.
"Siempre me pareció hermosa. Incluso cuando la conocí por primera vez... ¡Y eso que tenía puesto un sombrero muy feo!", dijo Sartre.
Simone no sabía vivir sin amor. En los cincuenta, comenzó una relación con el comunista Claude Lanzmann, el único hombre con el que convivió.
Su libertad les dejaba mantener relaciones con otras personas, pero esta forma de "amor libre" no fue tan fácil como parece, sobre todo para Simone, siendo ella la que le buscaba muchachas jovenes al escritor, mientras ella mantenía relaciones tanto con hombres que con mujeres.
En alguna ocasión, la feminista le confesó a uno de sus amantes, Nelson Algren, que su relación con Jean Paul "más que amor, era una amistad íntima". Y aunque simbolizaron la liberación sexual de los años sesenta y setenta, décadas en la que se manifestaron juntos contra el colonialismo de Argelia y la guerra de Vietnam, además de participar en el Mayo del 68, Simone se sintió traicionada por Sartre cuando este "adoptó" a Arlette y la convirtió en la heredera universal de sus derechos literarios.
Hace un par de años, salieron a la luz 112 cartas escritas por Simone en las que la escritora cuenta que "nunca estuvo sexualmente satisfecha con Sartre y no le excitaba":
"Lo amaba, con seguridad. Pero ese amor no se me devolvía con el cuerpo. Nuestros cuerpos juntos eran en vano".
Esto crea un contraste con la frase que una vez pronunció sobre su relación con Sartre:
"El único éxito indiscutible de mi vida".
Algo parecido ocurrió con el novelista estadounidense Nelson Algren:
"A él le quise solo por el amor que sentía por mí, pero sin ninguna intimidad real, sin haberle dado nada jamás desde dentro de mí".
Ella podía besarlos a todos, pero solo le pestañeaba con las letras a Lanzmann:
"Mi querido niño, eres mi primer amor absoluto, el que solo sucede una vez en la vida, o tal vez nunca. Pensé que nunca diría las palabras que ahora me resultan naturales: cuando te veo, te adoro.
Te adoro con todo mi cuerpo y mi alma. Eres mi destino, mi eternidad, mi vida".
"Querido pequeño ser: quiero contarte algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó. Hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día mantuvimos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Le he cogido mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Hasta la vista, pequeño ser: el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén, estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente, tu Castor".
Esta tierna misiva fue enviada en 1938 por Simone a Sartre, quien la llamaba Castor desde la universidad debido a su inteligencia.
Ella describió en La ceremonia de los adioses, que sus últimos años con Sartre, antes de que falleciera, fueron años de alguien con una gran adicción al alcohol, a las drogas y a las mujeres.
En los setenta, la salud de Sartre comenzó a empeorar y ella no se separó del pensador hasta su muerte.
Sartre murió el 15 de abril de 1980 con setenta y cuatro años. Falleció justo después de que ella dejara el hospital y eso le rompió el corazón. Lo otro que le rompió el corazón fue tener que organizar su funeral, al que acudieron cincuenta mil personas. Simone comenzó a desvanecerse allí y luego se desmayó en casa, teniendo que ser hospitalizada durante dos semanas. Lloraba todo el tiempo, peor lo que la salvó fue escribir la historia de los últimos años de Sartre. El libro se publicó un año después, un crudo homenaje a su amado.
Simone falleció en 1986 a causa de una neumonía y fue enterrada con el anillo que Algren le regaló al poco de conocerla y también en la misma tumba en la que reposan los restos de su compañero durante medio siglo, Sartre.
El duque de Windsor y Wallis Simpson
Eduardo VIII de Reino Unido, después conocido como Duque de Windsor (23 de junio de 1894 ; 28 de mayo de 1972), fue el rey de Reino Unido y los dominios de la Mancomunidad Británica y emperador de la India. Antes de su acenso al trono, Eduardo ostentó sucesivamente los títulos de príncipe Eduardo de York, príncipe Eduardo de Cornualles y York, duque de Cornualles y Rothesay y príncipe de Gales.
Wallis Simpson (19 de junio de 1896 ; 24 de abril de 1986) fue una socialité estadounidense que, después de haberse divorciado dos veces, se casó en terceras nupcias con Eduardo VIII.
A solo unos meses de iniciar su reinado, Eduardo causó una crisis constitucional cuando le propuso matrimonio a la celebridad estadounidense Wallis Simpson. Los primeros ministros de Reino Unido y los dominios se opusieron al matrimonio, argumentando que el pueblo jamás la aceptaría como reina.
Eduardo sabía que el gobierno renunciaría si los planes de matrimonio seguían adelante, lo que obligaría a convocar nuevas elecciones generales y podría arruinar irremediablemente su condición de monarca constitucional, políticamente neutral. En lugar de renunciar al amor de Simpson, Eduardo decidió abdicar.
"¡Maldito imbécil!, le gritó Wallis al enterarse de que nunca sería reina.
Fue sucedido por su hermano mayor, Alberto, usando el nombre de Jorge VI. Con un reinado de solo 325 días, Eduardo es uno de los monarcas de más corta duración en el trono de la historia de Reino Unido y nunca llegó a ser coronado.
Es cierto que la mujer americana no era una belleza, tampoco era joven y, a decir verdad, era una mujer insoportable. Definida como una persona fría y dura, al parecer, Wallis había llegado a someter a su marido a una vida mucho más aterradora que la que llevó como príncipe de Gales.
Sus biógrafos explican que el duqeu sentía una fuerte atracción sexual al verse dominado por una mujer, por la que dejó todo un imperio y por la que luchó sin éxito por tres décadas para conseguirle un título real. Un miembro de la corte cercano a Eduardo comentó que el duque estaba realmente "poseído" por la "perversión sexual de automenosprecio". Las confesiones de su antigua amante, Freda Dudley Ward, también son interesantes: aseguraba que estaba embrujado por amor a Wallis.
"Él se convertía a sí mismo en esclavo de aquella a quien amaba. Estaba en su naturaleza. Era un masoquista. Le gustaba que lo humillaran, que lo degradaran. ¡Rogaba que le hicieran eso!".
"Wallis trataba alternadamente al antiguo rey como a un niño rebelde y con un obvio desprecio, a veces lo hacía llorar", cuenta un historiador de Wallis.
Un historiador del duque cuenta la anécdota de una cena con amigos. Durante la comida, Eduardo pidió al mayordomo que le transmitiera sus órdenes al chef sobre lo que desaba comer al día siguiente. Al escuchar esto, la duquesa dejó caer sonoramente los puños contra la mesa ante la sorpresa de todos los invitados.
"¡Nunca, nunca más te atrevas a dar órdenes en mi casa!". Wallis intentó disimular su enojo añadiendo:
"Ya saben, el duque manda fuera de casa, yo mando dentro de ella".
Según el más reciente libro sobre ellos, de Andrew Morton, Wallis tenía sometido al duque a un régimen que comenzaba a las 11.30 de la mañana, cuando le dictaba todo lo que tenía que hacer durante el día.
"Le armaba bronca por lo más mínimo, odiaba que cantara jingles y nada era suficiente para ella".
"¡Lárgate, mosquito!", le gritaba al mandarlo a dormir para quedarse bailando con sus amigos.
Wallis lo maltrataba verbalmente con tal saña, que Eduardo acuñó una pregunta:
¿Me voy a ir a la cama llorando esta noche?
"Su casa en Francia era horrible: un mini castillo oscuro, sombrío y muy majestuoso, memorable para la enorme cantidad de pugs de porcelana.
En el funcionamiento de su casa, ella era más formal que cualquier miembro de la realeza: quería que las cosas se hicieran al instante. Todo estaba tan inmaculado que me sentí avergonzado incluso apagando un cigarrillo. Sentí que estaba arruinando su mundo maravilloso.
El duque era muy vanidoso, muy elegante. Siempre llevaba una falda escocesa para la cena y tenía una enorme colección de trajes inmaculados. La duquesa hablaba y hablaba constantemente", confesó Lord Lichfield, un primo de la reina.
El diseñador de interiores Nicky Haslam dijo que Wallis en sus últimos años poco consumía aparte de vodka y lechuga. "La conversación era su fuerte y ella era experta en molestar a los invitados y lanzar conversación sobre la mesa". "Hola, soy Wallis", decía con la misma naturalidad que había cautivado al heredero del Imperio Británico en los años 30.
Las listas de invitados incluían a embajadores, científicos y siempre uno o dos alemanes porque al duque le encantaba el idioma. A menudo, recordó Haslam, el duque se emborrachaba y comenzaba a cantar canciones alemanas, en ese momento Wallis se iba a la habitación.
Antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, muchas personas del gobierno y de la sociedad sospechaban que los duques de Windsor simpatizaban con los nazis.
En 1937, el duque recorrió la Alemania nazi. Durante la guerra fue destinado en un primer momento con la Misión militar británica a Francia, pero, debido a sus simpatías nazis, fue enviado a las Bahamas como gobernador. Después de la guerra nunca se le volvió a dar otro cargo oficial.
Los duques vivían con un lujo muy criticado por los británicos de la posguerra. Eduardo colmó a su esposa de joyas, pieles y ropa de alta costura, pero cuando él hacía una compra personal, ella lo regañaba diciéndole que estaba derrochando el dinero. Pasaban sus vidas en el más completo ocio. Un día típico en la vida de Eduardo era jugar al golf si no llovía y echar una siesta. Su principal misión era transmitir a otros las órdenes de su mujer o cumplirlas él mismo mientras ella se dedicaba a su cabello y sus joyas.
En un inusual momento de honestidad, el duque dijo en una ocasión a la esposa de un diplomático estadounidense:
"¿Sabe qué he hecho hoy? Me levanté tarde, acompañé a la duquesa a comprarse un sombrero y luego, de regreso a casa, paré en el Bois para ver un partido de rugby y después se me ocurrió dar un paseo, pero hacía frío. Cuando llegué a casa, la duquesa estaba dando sus clases de francés, así que como no había nadie con quien hablar, me puse a curiosear el contenido de unas cajas que me mandó mi madre..."
Pero la verdadera obesión amorosa de Wallis se llamaba Herman Rogers, un apuesto y atlético estadounidense formado en la Universidad de Yale y poseedor de una gran fortuna. Él fue el gran amigo en el exilio de los duques de Windsor que, durante la Segunda Guerra Mundial, ayudó a la pareja a encontrar un segundo domicilio en la capital francesa para sus escapadas parisinas desde el chateau de la Riviera en el que acabaron instalados. Durante aquellos años se erigió en el principal confidente de la duquesa, quien solía contarle sus frustraciones por aquel retiro forzado o por la negativa de la corte británica de concederle el tratamiento de “su alteza real”, aunque siempre lo hizo en compañía de su esposa, Katherine. A la muerte de esta, en 1949, Wallis vio su oportunidad de acercarse todavía más a su adorado Herman, siempre según la versión de libro de Morton tras entrevistar a algunas personas conocedoras de lo que acontecía en el círculo de los Windsor en Francia. En su camino se interpuso otra dama asidua a los actos sociales de la Riviera que también estaba especialmente interesada en el millonario americano. Y Lucy Wann aprovechó una visita de la duquesa a EE UU para seducirle. “Las dos querían a Herman y se convirtieron en enconadas rivales”, ha relatado al periodista la nuera de Lucy, Kitty Blair, sobre la tensión latente entre ambas.
"Te hago responsable de lo que pueda pasarle a Herman. Es el único hombre al que de verdad he querido”, le espetó la duquesa a la recién casada, según el relato de Kitty Blair. La aludida respondió triunfante a Wallis:
“Tú has conseguido a tu rey, pero yo he conseguido a Herman”
Cuando Eduardo murió de cáncer en 1972, Wallis viajó a Inglaterra para asistir al funeral. Cada vez más sensible y frágil, vivió el resto de su vida como reclusa con el apoyo del patrimonio de su marido y de un subsidio de la reina. En octubre de 1976, se esperaba que recibiera a la reina Isabel, pero estaba demasiado enferma de demencia y se canceló la visita. En 1980, Wallis perdió la capacidad de hablar. Al final permaneció confinada en su cama y no recibía visitas a excepción de su doctor y enfermeras.
La duquesa murió en París en 1986 y fue sepultada junto a Eduardo en el cementerio real cercano al castillo de Windsor, como:
"Wallis, duquesa de Windsor"
Camille Claudel y Auguste Rodin
Camille Claudel (8 de diciembre de 1864 ; 19 de octubre de 1943) fue una escultora francesa proveniente de una familia adinerada.
Desde su infancia, Camille fue muy apasionada de la escultura. Jugaba con el barro y esculpía a las personas que le rodeaban, incluyendo a su hermano Paul Claudel, a su hermana y a su sirvienta.
En 1876 su padre fue trasladado a Nogent-sur-Seine, ahí trabajaban Paul Dubois, director de la Escuela Superior de Bellas Artes y su discípulo. En 1882, el director la admite en la escuela.
Auguste Rodin (12 de noviembre de 1840 ; 17 de noviembre de 1917) fue un escultor francés.
Consderado el padre de la escultura moderna, su importancia se debe a la ruptura con el canon académico que imperaba en el siglo XIX en Francia. Lo anterior no significa que el artista no conociera o dominara las reglas de la estética de su tiempo, sino que su concepción del arte le permitió inaugurar una nueva etapa en el ámbito de la escritura.
Ese mismo año que Camille entra en la escuela, conoce a Rodin, que ejercía como profesor sustituto.
Espontánea e independiente, la adolescente también compartió, durante unos años, un estudio con varias escultoras inglesas. Entre ellas, Jessie Lipscomb, quien se convertiría en su amiga y que, en ocasiones futuras, actuaría como intermediaria entre ella y el célebre Auguste Rodin.
Al poco, Camille obtuvo buenas críticas con su presentación de La vieja Helena (1882) en el Salón de Artistas Franceses, y apareció por vez primera en la prensa parisina. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión en su vida tuvo lugar en 1883, cuando conoció a Rodin. El escultor, fascinado por la belleza y la capacidad de Camille, se convirtió en su maestro. Su encuentro dejaría huella tanto en el arte como en la vida de ambos. Rodin le propuso entrar a formar parte del grupo que colaboraba en su taller. En esos momentos estaba trabajando en Las puertas del infierno. Ella se encargó de modelar las manos y los pies de todas las figuras. Única mujer del estudio, su presencia provocó comentarios y bromas. Pero gracias a su seriedad y trabajo constante consiguió despertar la admiración de sus compañeros.
De ayudante del maestro, Camille pasó a ser su musa, modelo y amante y todas sus obras quedan invadidas por sus rasgos. Él tenía curenta y tres años y ella diecinueve. En busca de intimidad, decidieron compartir un taller privado en la casa conocida como Folie-Neubourg. Allí la escultora colaboraba en la obra de su mentor y desarrollaba sus propios trabajos. Entre ellos, Sakuntala (1888), Busto de Rodin (1889) o El vals (1892), en los que imprimió un fuerte contenido emocional. En esos años de intensa creación sufrió la incomprensión de su madre y su hermana, quienes no soportaban los rumores que corrían por París. Camille se vio obligada a abandonar el hogar familiar.
Para entonces, Camille contaba tan solo con diecinueve años, mientras que Rodin, por su parte, tenía cuarenta y tres. Sin embargo esto no impide que comiencen una relación de amor profundamente tormentosa. Y es que Camille, como tantas, no pudo escapar de las garras del intenso artista que la moldeaba a su antojo con sus manos. La belleza y el talento de la obra de Camille se han visto ensombrecidas por la tormentosa relación que mantuvo con Rodin. Él era un hombre promiscuo y casado. Camille no fue la única amante que mantuvo durante este tiempo. Las peleas, los celos, fueron una tónica durante sus casi catorce años de relación.
Como siempre, el genio de Camille se diluía bajo la sombra de la figura de Rodin. Sabemos ahora que la artista participó de muchas de sus obras, aunque él se dedicara a menospreciarla continuamente. Ella misma lo reconocía en la correspondencia que mantenía con el artista al afirmar que las obras que éste presentaba como propias eran producto de su talento.
Rodin sometió a Camille a constantes vejaciones, reproches y humillaciones. Se exhibía con otras mujeres en su presencia y después le prometía sin cesar que ella sería la única mujer de su vida, algo que nunca llegó a cumplir, consiguiendo incluso que Camille abortara obsesionada por el amor del artista .Pese a la pasión que sentían el uno por el otro, la relación de los escultores era complicada: Rodin tenía una mujer, Rose Beuret, y Camille comenzaba a sentir la sombra de su maestro sobre su arte. Se cansó de escuchar comentarios de quienes veían, tras su obra, la mano del artista. Después de quince años de amor y trabajo conjunto, en 1898 Camille puso fin a la relación, harta de infidelidades y de ser solo la amante o la alumna.
A partir de ese momento, la artista se encerró en su propio estudio y empezó a esculpir, de forma incansable, cabezas de niños que destrozaba casi inmediatamente.
Se volcó en la escultura. Sin salir de casa, abandonada de sí misma y sufriendo estrecheces económicas (no por falta de encargos, sino por no cumplir con la entrega de sus obras a los galeristas), su salud fue debilitándose. Y empezaron a presentarse los primeros síntomas de locura, en forma de destrucción masiva de sus trabajos.
En 1913, tras la muerte de su progenitor, su madre decidió internarla en un sanatorio mental. Camille acusó a Rodin de su desgracia; creía que este temía ser superado por su alumna.
Así, el 10 de marzo de 1913, tres enfermeros enviados por su familia echaron la puerta de su estudio abajo y le colocaron una camisa de fuerza. Posteriormente fue ingresada en un psiquiátrico.
“No me dejes aquí sola” o “Reclamo a gritos la libertad” son algunas de las súplicas y reivindicaciones que Camille Claudel dirige a su hermano Paul a través de las cartas que le envía desde el manicomio francés de Montdevergues, pero sus ruegos no son escuchados.
Se le diagnosticó "una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de grandeza", frase que resume perfectamente el precio a pagar por no compartir el destino que se esperaba en aquella época para las mujeres. Al final de su vida recuperó aquella cordura perdida, pero nadie la reclamó.
"La edad madura", Camille Claudel (1895).
Una joven de rodillas intenta evitar que su amante la abandone, ya que éste se aleja de ella con su mujer en brazos.
Camille murió el 19 de octubre de 1943, a la edad de setenta y ocho años en el manicomio en la más absoluta soledad. Así que Rodin, como tantos otros, dejó un rastro de mujeres destrozadas a su paso y se llevó por delante la genialidad de una artista a la que destrozó en vida. Ella murió sola, a los setenta y ocho años de edad, después de una vida de tormentos y tan alejada de aquellas esculturas que brotaban de sus manos desde pequeña. Él, pasó a la Historia como un genio digno de admiración, enterrando en el olvido su reprobable comportamiento.
La Historia se repite y Camille Claudel es una de esas artistas que ha quedado en nuestra memoria, cómo no, por su vida amorosa y no por su obra. El amor ha caído como una losa sobre las mujeres que dedicaron su vida al arte y tuvieron la mala suerte de enamorarse de otro artista.
El dolor de Camille es el dolor de Frida, de Artemisia, de Lee Krasner y el de tantas mujeres con una carrera brillante destrozada por quienes decían quererlas y olvidadas en favor de aquellos hombres. ¿Por qué no hay mujeres artistas? Nos preguntamos. Sí las hay. Son miles.
Pero han quedado reducidas, por desgracia, a simples musas: muñecas rotas que naufragan en el tiempo entre el dolor y la sinmemoria.
El hombre.
El creador.
La alegoría de lo perfecto.
"No ser amados es una simple desventura, la verdadera desgracia es no amar".
Albert Camus
"Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá".
Miguel de Unamuno
"Cuántas cosas quedaron prendidas hasta dentro del fondo de mi alma, cuántas luces dejaste encendidas, yo no sé cómo voy a apagarlas".
Chavela Vargas
"La cuerda cortada puede volver a anudarse, vuelve a aguantar, pero está cortada.
Quizá volvamos a tropezar, pero allí donde me abandonaste, no volverás a encontrarme".
Bertolt Brecht
Lucía Braña. 🪐