"Seguir aprendiendo a defendernos unas a otras. A generar espacios de seguridad y gozo colectivos. A minimizar el inmenso daño que recibimos cuando respondemos a su violencia. A no cuestionarnos unas a otras y empatizar políticamente. A no reprocharnos a nosotras mismas las alianzas que elegimos y tampoco las que no elegimos".
Itziar Ziga
Durante los últimos años, los movimientos feministas han ido expandiéndose globalmente, no siendo Corea del Sur la excepción. Así como el país asiático encabeza la lista de naciones más desarrolladas del mundo, moralmente no sé si podrán decir lo mismo. La mujer coreana ha ejercido un papel secundario, subordinada a la autoridad masculina. Hoy en día, dicho dato se refleja en los altos índices de desigualdad de género, salarios inferiores, violencia sexual y la presión social para el matrimonio y la maternidad.
Como consecuencia, Corea del Sur ha experimentado el surgimiento y proliferación de grupos feministas, los cuales han encontrado en Internet un espacio que les permite proclamar sus derechos y demandas de forma más rápida, anónima y con mayor alcance social.
Me apetecía escribir una entrada que de alguna forma exponga la realidad de la parte de las mujeres coreanas, sin, por supuesto, proclamarme ni asignarme ningún tipo de voz superior a la de nuestras compañeras racializadas, sino, más bien, compartir aquí, mediante palabras, cómo es ser mujer en Corea, ya que, así como siento un inmenso cariño por la cultura de Asia Oriental, también es necesario identificar y luchar contra lo que nos oprime a todas: la misoginia y el capitalismo patriarcal; rechazar el feminismo hegemónico y abrazar, finalmente, la interseccionalidad.
Feminismo coreano: las voces hermanas
Los primeros movimientos feministas tomaron la proclama de la liberación nacional y la democratización como respuesta a la Guerra de Corea (1950-1953). Además, a día de hoy, todavía tiene mucha repercusión la situación de las mujeres de consuelo durante la Guerra del Pacífico. Con el tiempo, se convirtieron en símbolos contra la explotación sexual y sus heridas representan las de toda la región del Este Asiático.
Buena parte de esta tragedia colectiva hunde sus raíces en el expansionismo del imperialismo japonés a finales del siglo XIX y princiìos del XX. Desde los intentos por "civilizar a los salvajes" de Taiwán hasta la colonización de Corea, pasando por la invasión de Manchuria, la masacre de Nanjing o la experimentación biológica con prisioneros de guerra en la sombría Unidad 731, el delirio de la sociedad imperial fue durante décadas el contrapeso más habitual a la paz regional.
Las mujeres de consuelo fueron uno de los colectivos más dañados por estos desmanes. Se denomina así a aquellas mujeres forzadas a prestar servicios sexuales a los militares nipones.La mayoría procedía de Corea, aunque también había mujeres de origen chino, taiwanés, filipino, indonesio, vietnamita e incluso holandés.
En numerosos archivos oficiales de la época se documenta cómo la mayoría de las mujeres habían terminado en centros de consuelo engañadas, secuestradas o incluso vendidas a los traficantes por sus propios padres o familiares sin recursos. Una vez reclutadas, eran hacinadas en celdas diminutas, insalubres, donde permanecían encerradas día y noche, sin opción de huir y sometidas a constantes agresiones sexuales y humillaciones. Los informes de Gay J.Mcdougall para la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en 1998 documentaron que unas 200000 coreanas fueron violadas por un promedio de hasta setenta hombres al día. Además, 145000 de ellas perderían la vida durante la guerra. Una vez consumado el hundimiento del imperio nipón, millares de mujeres supervivientes deambulaban por los campos de batalla desorientadas, con graves heridas físicas y aún más profundos desgarros físicos.
La primera denuncia contra el estado japonés se realizó en 1991 por una víctima y activista contra la esclavitud sexual nipona, Kim Hak-sun. Gracias a ella, se irían añadiendo poco a poco las voces de un número mayor de supervivientes, que reivindicaban unas disculpas oficiales por parte de las autoridades japonesas, además de reparaciones económicas y la restauración de su dignidad. La introducción de esta cuestión en la agenda pública regional colocó a Japón en una situación muy incómoda por las crecientes presiones internas y externas que le exigían asumir responsabilidades por lo sucedido.
Una manifestación simbólica de esta realidad es que prácticamente todos los miércoles desde 1992 han existido protestas frente a la embajada de Japón en Seúl.
El Fondo de Mujeres Asiáticas nació como uno de los instrumentos más controvertidos durante la fase de reconciliación iniciada en los noventa. Puesta en marcha durante el Gobierno socialista de Murayama Tomiichi en 1994, la naturaleza de esta herramienta era bastante difusa, al confluir en su financiación la iniciativa gubernamental japonesa y las aportaciones privadas. Sin embargo, su establecimiento supuso un momento clave en el proceso de recompensación y restauración de la dignidad de las víctimas, puesto que el fondo vino acompañado de una carta firmada por el propio Tomiichi en la que se disculpaba por lo sucedido durante la guerra. Este modelo de recompensación moral y económica abrió un encendido debate entre las propias organizaciones no gubernamentales, las víctimas-activistas y algunos movimientos feministas. El corazón de las discusiones se sintetiza en que la propuesta nipona no representaba directamente un perdón oficial del Estado, sino que más bien invitaba a encontrar una fórmula intermedia que no terminaba de satisfacer a muchas de las afectadas, y, sobre todo, a las ONG y movimientos sociales que hicieron campaña por su causa.
La compleja situación de estas mujeres se ha alargado hasta la actualidad, con puntos realmente destacables de por medio. El gobierno japonés considera que los compromisos nipones con las víctimas son más que suficientes, mientras que muchas de ellas enfrentan sus últimos años de vida con pocas esperanzas de obtener unas disculpas oficiales del Estado.
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Sabemos de algunas mujeres que cambiaron la historia de Corea.
Kim Myeong-sun (1886-1951) es una figura bastante conocida dentro de la historia coreana como la primera mujer escritora. Nació en Piongyang, Corea del Norte y fue una novelista y poetisa de comienzos del siglo XX que debutó en 1917 con la novela "Una chica dudosa" en una revista llamada Juventud. Ya para 1921 y luego de la publicación de su novela corta titulada "Pavo en la revista Ilustración", comenzó a hacerse conocida especialmente por sus relatos psicológicos que tanto atrapaban a sus lectores.
Na Hye-Sok (1896-1948), mejor conocida por su seudónimo Jeongwol, no solo fue la primera pintora profesional de Corea, sino también una poetisa, escritora, activista y feminista. Desde temprana edad mostró sus dotes artísticos, logrando así entrar en la universidad para estudiar pintura occidental, lo cual se consideraba imposible para una mujer en aquellos tiempos. Esta mujer con tanto talento también fue la primera escritora feminista de Corea y su obra más reconocida es Kyunghee (1918), la cual es el primer relato corto feminista de la literatura coreana, que trata sobre el autodescubrimiento de una mujer. El relato ilustra en su conjunto el sinnúmero de desigualdades y prejuicios que enfrentaba la mujer coreana de los años veinte. En una suerte de memorable monólogo final, en respuesta a la frase "si te casas con esa familia, vestirás buenas ropas y comerás hasta el hartazgo el resto de tu vida", Kyeonghee se debate entre la aventura de la existencia libre y la seguridad que implica la obediencia al mandato paterno y la etiqueta confuciana:
[...] "Los que solo viven para comer no son seres humanos, sino animales. Un ser humano es aquel que obtiene la comida con su propio esfuerzo, aunque solo sea cebada y no arroz. Vivir de lo que tiene mi marido, que a su vez tiene lo que tiene porque lo ha heredado de sus ancestros, no me haría diferente de los perros".
Si hablamos de ella como pintora, realizó algunas de las primeras obras de estilo occidental en Corea, y, según lo que se sabe hasta la fecha, creó más de cuarenta pinturas.
Kim Iryeop (1896-1971) fue una periodista, activista, monja budista que escribió varios libros como "Reflexiones de una monja budista zen" (1960) y "Habiendo quemado mi juventud" (1962). En 1920 fundó la revista Nueva Mujer, y esta fue la primera revista hecha para mujeres coreanas en las que s epodían encontrar artículos sobre cómo mejorar la vestimenta de las mujeres. Cabe mencionar que, a principios de los años veinte, esta revista contaba con la participación de Na Hye-sok como escritora de artículos. En el libro "¿Por qué te empeñas en sufrir así?: Pioneras del feminismo coreano" de la editorial Hwarang se habla de estas tres mujeres. Este libro contiene una introducción y un cuento por cada una de estas mujeres y un estudio sobre la época que les tocó vivir.
Kwon Ki-ok, la primera aviadora coreana, nació en 1901. Un año después de descubrir su pasión por volar en 1918 después de haber asistido a una exhibición de un piloto acrobático estadounidense, participó en el movimiento del 1º de Marzo, por lo que tuvo que pasar tres semanas en la cárcel. Después de ser liberada, se enfocó en ayudar a la Asociación de Mujeres Patrióticas de Corea, pero, debido a esto, los japoneses que se encontraban ocupando la península la volvieron a encarcelar. En 1923 se unió a la Fuerza Aérea de la República de China después de decidir exiliarse; estudió pilotaje en la provincia de Yunnan hasta que en 1925 logró graduarse. Ya para 1940, luego de la Independencia de Corea, regresó a su país natal y se convirtió en una figura clave en la creación de la Fuerza Aérea de la República de Corea. En 2019, Correos de Korea (Korea Post) publicó una edición especial de estampillas conmemorativas sobre las Mujeres Activistas por la Independencia de Corea, entre las que se incluye a la aviadora.
Lee So-Jeong es una periodista que ha conseguido algo que ninguna mujer había hecho. Esta mujer consiguió convertirse en noviembre de 2019 en la cara del noticiero de KBS como presentadora principal, el cual presenta cinco veces a la semana.
Kwon In-Suk es una figura emblemática por encarnar los ideales del movimiento de democratización de la década de los ochenta en Corea del Sur. Es la primera mujer en presentar cargos de agresión sexual contra el gobierno surcoreano e inspiró a las mujeres a formar la asociación Mujeres en Corea. Se convirtió en una erudita feminista en Corea y actualmente se dedica a la enseñanza de estudios feministas.
Seo Ji Hyun es la impulsora del movimiento #MeToo en Corea. Denunció a su agresor, quien era Ministro de Justicia en 2010. Fue aclamada por los partidos políticos por impulsar el movimiento mencionado en contra de las agresiones sexuales de Corea. Hizo pública su historia y marcó un punto de inflexión en la vida de mujeres y la sociedad coreana respecto al tema de las agresiones sexuales. Once años después, sigue luchando por que se haga justicia con su caso.
La ola Me Too lleva golpeando muy fuerte a Corea del Sur desde hace un par de años. Desde que la fiscal Seo Ji-hyun realizó su alegato en la televisión, el movimiento no ha cesado ni un segundo, ayudando a que muchas surcoreanas pierdan el miedo a denunciar y haciendo aflorar acusaciones de abuso e incluso de violación contra prominentes figuras del mundo de la cultura o la política.
"Me llevó ocho años darme cuenta de que no había sido mi culpa. Y estoy hoy en una entrevista para decirle a todo el mundo y a las víctimas que no es su culpa", narró la fiscal al relatar cómo un alto funcionario le tocó los pechos en un funeral.
El multipremiado director de cine Kim Ki-duk, el poeta Ko Un, eterno candidato al Nobel de Literatura, o el exgobernador An Hee-jung, están entre los ilustres que han sido acusados en pleno auge de una campaña que ha sacado a la luz la cultura del acoso y abusos con la que se han convivido a diario las surcoreanas en el trabajo.
Una de las plataformas que mejor ha recogido esta realidad es Blind, la aplicación que permite a empleados de empresas realizar comentarios anónimos sobre temas laborales y que en su versión surcoreana ha creado un espacio para que las mujeres cuenten los hostigamientos que han padecido.
Aquí se acusa, por ejemplo, a un alto cargo de una aerolínea de alinear a las azafatas para que le saluden efusivamente y de responder con tocamientos y comentarios inapropiados a aquellas que no lo recoben como él quiere; o a un encargado de recursos humanos de un operador de telecomunicaciones de "entrevistar" a recién licenciadas en salas privadas de karaoke para tocarlas.
"Casi cualquier mujer en este país te cuenta episodios así, está institucionalizado", comenta una mujer que relató cómo un alto funcionario estatal aprovechó un encuentro de trabajo para llevarla a un establecimiento apartado en el que le hizo proposiciones sexuales.
Esta mujer, al igual que otras víctimas y activistas, denuncian la cultura de culpabilización que ha ayudado a mantener el fenómeno bajo la alfombra en el seno de una sociedad que, como todas las de Asia oriental, presenta enormes lagunas en cuanto a igualdad.
"Cuando lo cuentas te reprochan con un '¿cómo se te ocurrió irte sola con un hombre?' o '¿seguro que no pudiste hacer más para evitar esa situación?'".
"No siento que #MeToo sea un movimiento nuevo, simplemente ha empezado a ser escuchado ahora. Antes, simplemente la gente no estaba intersada", cuenta Jeong Yea-won, que trabaja en el marco de la plataforma feminista Womenlink como asesora de mujeres que han sufrido acoso. Ella asegura que este y otros grupos trabajan incesantemente desde el año 2000 para acabar con la cultura de culpabilización y visibilizar el problema, haciendo entender que abuso y acoso no son solamente violaciones con uso de la violencia, sino que toman muchas formas y se pueden padecer en cualquier momento. Yeong asegura que su organziación recibió en 2017 unas mil llamadas de denuncia y siente que cada vez más gente llama impulsada por el movimiento #MeToo.
Según las últimas cifras del Ministerio de Igualdad, el número de llamadas a centros de atención para reportar casos de acoso en el trabajo aumentaron en 2016 en torno a un 26% con respecto a los anteriores datos de 2014. Sin embargo, en 2016, el 80% de las afectadas no denunció, lo que subraya el miedo que ha persistido hasta ahora entre las surcoreanas a hacer pública su situación, unos temores que ahora #MeToo parece estar empezando a desterrar.
Este mismo año fuimos conocedores de la sentencia final para algunos de los implicados en uno de los casos más impactantes de abuso sexual relacionados con la industria del entretenimiento y la música coreana: El cantante y compositor Jung Joon-young y el músico Choi Jong-hoon fueron condenados a solo seis y cinco años de prisión por conspirar en el asalto sexual de una mujer que no pudo defenderse. Joon-young también fue culpable de filmar mujeres en contra de su voluntad y compartir el material sexualmente explícito con los miembros de un chat grupal. Unos años atrás, ya había sido acusado por su ex novia de grabarla en situaciones sexuales sin su consentimiento, pero su denuncia se ignoró. Ambos deben completar 80 horas de un programa de tratamiento de violencia sexual.
Las denuncias se hicieron públicas en el llamado "escándalo Burning Sun". El club Burning Sun, ubicado en el lujoso barrio Gangnam en Seúl, supuestamente fue el lugar de soborno, la violencia contra los clientes, la obtención de prostitutas para la clientela VIP, violación, tráfico y consumo de drogas, según la Policía Metropolitana de Seúl. La policía fue quien confirmó que ellos dos estaban entre los diez miembros del grupo de KaKao Talk. Joon-young fue arrestado días después, admitiendo los cargos y disculpándose por ellos. La investigación de este último comenzó durante otra a Seungri de Bigbang. El cantante, que supervisó la publicidad de Burning Sun, fue acusado de proxeneta y de reclutar mujeres para la prostitución, participando también en el chat grupal.
Las revelaciones obligaron a Corea y su industria de entretenimiento a tomar en cuenta sus actitudes hacia las mujeres. En un solo mes, cuatro estrellas importantes se disculparon o anunciaron su jubilación anticipada después de estar vinculados al chat grupal, lo que refleja un problema más amplio en el país de grabaciones ilícitas y voyeurismo.
Encontrarse con una cámara espía con fines pornográficos es un problema muy grave que todas las mujeres coreanas temen que les ocurra personalmente. Seúl acoge masivas protestas para denunciar el uso de estas cámaras, en las que miles de mujeres rechazan la divulgación de imágenes privadas que se graban en baños púbicos y oficinas que terminan en páginas porno. Cada año, en Corea del Sur, se denuncian a la policía mas de seis mil casos de pornografía obtenida con cámaras ocultas y el 80% de las víctimas son mujeres, aunque se teme que haya cientos de casos más.
"Siempre he tenido miedo de que haya cámaras espías secretas en los baños de la empresa o debajo de los escritorios. Pero no solo en el edificio de la compañía, sino también en el baño público, en áreas públicas, en gimnasios, en los vestuarios de piscinas, en alojamientos... e incluso en la calle", declaraba una surcoreana anónimamente por miedo a represalias.
Los vídeos son compartidos en internet o se usan como anuncios para promocionar la prostitución. Muchas de las mujeres que aparecen en las imágenes, grabadas sin su consentimiento, se han quitado la vida. Como medida de protesta, otras muchas han decidido cortarse el pelo y desprenderse de sus largas melenas. Cada vez son más las coreanas que están hartas de vivir con miedo. Hoy, luchan para que las autoridades apliquen sanciones más severas a los autores de las grabaciones e impongan regulaciones más estrictas sobre la venta de cámaras espías de alta tecnología.
Es primoridal que también hablemos del movimiento feminista surcoreano surgido en 2019, Escape the corset: feministas cuestionan los rígidos y exigentes cánones de belleza que imperan en el país, siendo potencia mundial de la industria cosmética. Las mujeres comparan esta presión con un corsé, de ahí el nombre del movimiento. Muchas de ellas publican en las redes sociales imágenes destruyendo sus cosméticos.
Yim Ji-Su, estudiante, solía sacrificar dos horas de sueño cada mañana por su laboriosa rutina diaria de maquillaje, desde aplicar la base hasta acicalarse el cabello y los hombros, hasta que se unió a este creciente grupo de jóvenes que han abandonado el maquillaje y se han rapado la cabeza para rebelarse contra los retrógrados ideales de belleza que dicen haber sido sometidas en una Corea del Sur dominada por hombres.
El fenómeno ha provocado un debate en la nación obsesionada con la perfección, y las marcas están reconsiderando sus estrategias de marketing para atender al creciente movimiento.
"No somos muñecas, somos seres humanos"
Explicó Yim Ji-su, estudiante de Literatura Coreana. "Al escapar de este corsé, siento que soy yo otra vez", comenta, y agrega que más estudiantes en su campus también se han sumado al movimiento.
Corea del Sur se ha convertido en uno de los diez principales mercados de belleza del mundo, con muchas mujeres que llegan al extremo de la cirugía plástica para alcanzar estándares de belleza uniformes.
No obstante, también es conocido como un país socialmente conservador: tiene una de las peores brechas salariales de género entre las naciones desarrolladas, y ocupa el puesto 115 de 149 países en el informe sobre la brecha de género mundial del 2018 del Foro Económico Mundial. En este contexto, el descontento entre las mujeres sobre los aspectos patriarcales de la sociedad ha ido creciendo lentamente.
Bae Eun-Jeong, youtuber coreana conocida como Lina Bae y representante del movimiento Escape the Corset, solía ofrecer tutoriales de maquillaje, hasta que reveló en un vídeo el lado oscuro de los duros cánones de belleza, animando a las mujeres a aceptarse y amarse a sí mismas y el ridículo que tuvo que sufrir. En su vídeo, con millones de visitas, la joven dijo que algunos usuarios le confesaron que se matarían si fueran como ella, algunos la llamaron "cerdo" e incluso recibió amenazas de muerte. Lina explicó que muchas mujeres se sienten tan inseguras con su apariencia que se maquillan hasta para bajar al súper de la esquina.
Jeon Bora, fotógrafa coreana, busca documentar a las mujeres que rechazan los estándares de belleza del país y que el resto del mundo las vea como realmente son y no como se les obliga. Las obras de la fotógrafa comparan el antes y después de mujeres que abrazaron el movimiento, algunas tan radicalmente distintas que no parecen la misma persona. La publicidad, el entretenimiento y otros medios coreanos promueven una apariencia femenina que incluye una tez de porcelana, cabello largo y exuberante, mucho maquillaje y vestidos ajustados. El énfasis de los ojos grandes, redondos y con doble párpado ha ayudado a impulsar el auge en los procedimientos cosméticos, siendo el regalo de muchas chicas cuando terminan el instituto.
La propia Jeon se libró en gran medida de esta presión porque era atleta de judo y tenía que poner el rendimiento atlético por encima de todo. Tan pronto como dejó el deporte y comenzó la universidad, sus amigos comenzaron a comentar sobre su falta de maquillaje y ropa unisex suelta.
"No te estás cuidando, ¿quieres que te enseñe cómo?", le dijeron, y ella se negó.
En sus sesiones, Jeon animó a los sujetos que estaban en varias etapas de "escapar del corsé" a verse sin maquillaje ni edición de fotos. Para muchos, fue incómodo al principio, incluso lloraron durante la sesión.
"Dijeron que no tenían la confianza para mirarse a los ojos. Pero después de varias visitas, comenzaron a elegir las imágenes que les gustaban y a encontrar características que les gustaban de ellos mismos".gran
Yoon-Kin Ji-Young, profesora del instituto de Cuerpo y Cultura de la Universidad Konkuk en Seúl. sostiene que la industria multimillonaria de cosméticos, cirugía plástica y entretenimiento define unilateralmente la imagen corporal ideal para las mujeres jóvenes, así como la dirección y el tamaño de sus sueños. Como resultado, muchas adolescentes coreanas aspiran a convertirse en youtubers de maquillaje. Tradicionalmente, dice, a las mujeres coreanas se les enseña que la belleza es su mayor activo. Al casarse, pueden intercambiar ese activo por su estatus social y económico. Incluso hoy, estos puntos de vista afectan las opciones y elecciones de las mujeres relacionadas con la carrera, el matrimonio y la maternidad. Rebelarse contra toda una estructura social significa boicotear el romance, el matrimonio, el sexo y el parto.
"Las mujeres no buscan simplemente destruir la industria de los cosméticos rompiendo el maquillaje. Su objetivo es subvertir la enorme matriz centrada en el hombre llamada patriarcado".
Una encuesta de 2017 encontró que casi el 40% de los encuestados experimentaron discriminación en función de su apariencia al solicitar trabajo. A los solicitantes se les suele pedir fotos, así como información sobre su altura y peso. Algunas mujeres dicen haber pagado un alto precio por escapar del corsé: las han despedido de sus trabajos e incluso las han agredido, por lo que temen por su seguridad.
Kim, una estudiante de artes de veinte años, confesó haber sido acosada por desconocidos y su propia familia después de cortarse el pelo porque le daba mucho calor en verano.
"Cuando tienes el pelo así, los hombres te miran por la calle. Te miran de arriba abajo. Mis padres me preguntaron: '¿Por qué te cortaste el pelo?¿Te has vuelto loca?' Incluso me preguntaron si soy lesbiana".
La joven ha creado ilustraciones que muestran la lucha de las mujeres contra este tipo de presión social.
Kim dice que su escape del corsé ha traído resultados mixtos. Por un lado, ha descubierto que los hombres ahora la tratan como una igual. Le dan acceso a círculos sociales e información previamente prohibida para ella. La invitan a fumar con ellos después de clases, pero no invitan a otras mujeres cuya apariencia es más convencional, ella siente que simplemente la tratan como a uno de los chicos.
"A la gente le horroriza que una 'gorda' como yo muestre su cuerpo sin avergonzarse. Algunos dicen que ni siquiera debería mostrarme en público ni salir en los medios de comunicación".
Vivian Geeyang Kim es una modelo considerada demasiado delgada en Estados Unidos para modelar tallas más grandes que la XL y, al mismo tiempo, demasiado gorda como para sentirse bien consigo misma en Corea del Sur. Vivian mide 1'65cm y pesa 70kg, mientras que el ideal coreano es de cincuenta kilos y allí todo está muy marcado por la talla. La modelo, para el horror del público coreano, usa la talla 42 y se siente increíble.
Para ella, los estándares impuestos son ridículos y le preocupa la forma en la que impactan en la autoestima de las mujeres. Es por eso que se decidió a crear su propia tienda online de ropa para gente de 'talla grande'. Es la forma que tiene de aportar a una sociedad que glorifica la delgadez extrema y que fomenta la cirugía estética desde una edad muy temprana. A pesar de que recibe comentarios de odio a diario, ella asegura que ama su trabajo, pues es la forma de recordarle a las chicas que no entran en los cánones coreanos que no están solas. La presión es tal, que en Corea del Sur ni siquiera existe un mercado de revistas, ropa o modelaje plus size como sí existe en Estados Unidos.
"La industria de la moda y los diseñadores surcoreanos deben evolucionar y empezar a considerar las tallas grandes de forma profesional y no solo de manera excepcional o como diversión".
Las mujeres de 'talla grande' que aparecen en los medios solo lo hacen cuando alguien necesita imágenes o vídeos de una mujer 'gorda' comiendo o finalmente probando una máquina de ejercicios.
La palabra "feminismo" tiene una connotación negativa en Corea, así como en muchos otros lugares del mundo. Como ya sabemos, la industria musical coreana es sexista y misógina. Las idols femeninas tienen que esforzarse y trabajar mucho más para llenar los estándares establecidos por los consumidores.
Aún así, hay varias que han mostrado dónde se encuentran respecto a la lucha feminista y los derechos de las mujeres mediante mensajes sutiles o declarándolo abiertamente.
Llega a tal punto el nivel de odio y rechazo al feminismo que uno de los primeros escándalos apuntaron a Naeun de Apink por subir una foto a sus redes sociales en la que se veía que en la carcasa de su móvil ponía "las chicas pueden hacer cualquier cosa", de la marca Zadig & Voltaire. Fueron tantas las críticas online que su agencia hizo una declaración diciendo que era un regalo de la marca y eliminaron la fotografía.
Mamamoo es uno de los grupos femeninos que más se ha rebelado contra los estándares a través de sus letras y su comportamiento. Una de sus miembros, Hwasa, se ha convertido en una representante del body positive, confesando cómo más de una vez se le han negado oportunidades simplemente por su cuerpo. Sin embargo, ella ha respondido que, si no puede encajar en los estándares, entonces será su propio estándar.
Irene, parte de Red Velvet, uno de los grupos femeninos más populares internacionalmente, fue increíblemente criticada por leer el libro "Kim Ji Young Born 1982", una obra feminista que muestra la naturaleza patriarcal de Corea del Sur, libro que también leyeron otros cantantes masculinos y no recibieron ni un cuarto de las críticas que recibió ella. Los seguidores de Irene publicaron comentarios de odio y fotografías quemadas de ella.
Una de las mujeres más atacadas por defender los ideales feministas fue Sulli, la cual fue la única que mostró abiertamente ser pro-elección y declaró que odiaba el sexismo. En sus redes sociales, usando una camiseta con el texto "chicas apoyando a chicas" o simplemente mostrándose en público, hizo llamamientos a la costumbre patriarcal engranada en las mujeres: el uso del sujetador. Esto inició un debate en Corea sobre los comportamientos de las celebridades. Sulli declaró que usar o no sujetador era una decisión individual. Además, cuando la Corte Consitucional coreana estableció que las leyes anti aborto del país eran inconstitucionales, Sulli hizo una publicación celebrando el avance de la libertad de las mujeres. Lamentablemente, Sulli se quitó la vida debido al extremista acoso que le condujo por un camino de sufrimiento y dañó su salud mental. Sulli es un icono feminista que no se conformó con los ideales patriarcales, misóginos y violentos de un país tan ejemplar y envidiable en otros ámbitos y tan anticuado en cuanto a derechos humanos básicos.
Este tipo de desafortunados finales también han sido vividos por la sociedad coreana cuando este año hallaron muerta a la primera militar trans del país, Byun Hee-soo, símbolo de lucha por los derechos del colectivo LGBTI+ en Corea. Después de ser reconocida como la primera militar trans, la expulsaron del ejército tras someterse a cirugía genital. Tres meses antes de fallecer, ya se había intentado suicidar con anterioridad. Su caso atrajo la atención de la opinión pública surcoreana porque se convirtió en el primer miembro del ejército en cambiar de sexo durante el servicio activo. Cuando la entonces sargento retornó a su puesto como conductora de tanques, un equipo médico la examinó y consideró que padecía "discapacidad mental", amparándose en la normativa de reclutamiento que impide el acceso al ejército a personas trans al considerar que sufren discapacidad por "desorden de identidad de género".
El ejército surcoreano la expulsó a finales de enero de 2020 y el pasado julio rechazó su recurso para ser readmitida, por lo que presentó una demanda administrativa contra esa decisión argumentando que era inconstitucional. En diciembre, la Comisión Nacional de Derechos Humanos surcoreana, órgano público independiente cuya misión es promover los derechos básicos en el país asiático, estimó que la decisión del ejército carecía de base legal.
Corea del Sur es un país relativamente nuevo y con sucesos históricos complicados a la espalda que, ahora más que nunca, está en el puto de mira de muchísimas personas por su fascinante y bella cultura, pero eso no significa que no se le señale por sus conductas conservadoras. De todos modos, poco a poco estamos viendo pequeños cambios, y es que se trata de una sociedad que todavía se está abriendo al mundo.
Lo que está claro es que las feministas coreanas, asiáticas y racializadas en general tienen el apoyo de una gran comunidad internacional de mujeres de todas las formas y clases, que ellas contaron y cuentan con mujeres verdaderamente valientes que, siguiendo su corazón, haciendo lo que aman y siendo fieles a su coherencia y realidad han cambiado muchas cosas y sirven de motivación para una gran multitud de chicas, así como a las que les ha costado la vida, las que ya no están. Que nada de esto sea en vano.
La lucha es de todas y no pararemos hasta que aquí, en Corea y en el rincón más insólito del planeta, seamos libres de vivir como deseemos y sin ser juzgadas por ello.
¡Gracias una vez más por leerme y nos vemos en la próxima entrada! 🌛
Lucía Braña. ♀️♀️♀️