"Todos somos visitantes de este tiempo, de este lugar, estamos solamente de paso.
Nuestro objetivo es observar, crecer, amar... Y después, vamos a casa".
Proverbio aborigen
La cultura taína: El recuerdo de América
Para el momento de la llegada de Cristóbal Colón en el año 1492, existían cinco cacicazgos taínos en todo el territorio de la Española. Hablamos de lo que actualmente es Haití y República Dominicana. La lengua Taína se extendió desde el Continente de Suramérica hasta el Mar Caribe. Ésta pertenecía a la familia lingüística Macro Arahuacana. Compitieron durante años con sus vecinos, la tribu los Caribes, otra etnia que habitaba en las Antillas Menores. Durante gran parte del siglo XV la Cultura Taína se vio obligada a movilizarse al Noreste del Mar Caribe. Debido a las incursiones de los Caribe, alguna de sus mujeres llegaron hablar lengua Taína, esto debido a que fueron capturadas por sus vecinos. Para los años cercanos al 1520, la cultura Taína fue atacada por enfermedades introducidas por los españoles, que fueron tan fuertes que devastaron a su población. Una de ellas fue la viruela, además de los muchos matrimonios mixtos o interraciales que fueron exterminando poco a poco la sangre pura de los taínos.
Los primeros Conquistadores españoles que llegaron a las Bahamas, Cuba y La Española en el año 1942 no llevaron mujeres. Lo mismo ocurrió posteriormente en Puerto Rico, donde tomaban a las mujeres Taínas por esposas, logrando así la llegada de niños mestizos. En la Isla La Española, existían diversos cacicazgos luchando contra los Caribes; estos eran procedentes del Continente de América del Sur y ya habían conquistado las Antillas Menores.
Distribución de los taínos en La Española
Para ese momento, la cultura taína se encontraba dividida por cinco reinos controlados por caciques. A estos jefes se les debía pagar con un tributo significativo; ellos tenían el privilegio de llevar collares de oro, llamados guanin. Los caciques vivían en bohíos rectangulares en lugar a los ovalados donde habitaban los pobladores. También se sentaban en taburetes de madera cuando recibían a sus visitas. Para el momento de la conquista, los mayores asentamientos de la Cultura Taína pudo llegar a tener hasta 3000 habitantes cada uno.
Sin embargo, no todos los habitantes que habitaban la Isla La Española pertenecían a la Cultura Taína, ya que además del lenguaje taíno, también se hablaba el Ciguayo y el Macorí.
Además, podemos distinguir lingüísticamente entre el taíno clásico y el taíno siboney.
El taíno clásico se usó en la parte oriental de Cuba y la mayor parte de La Española, aunque también utilizado en las islas Lucayas meridionales, tales como las Islas Turcas y Caicos, al igual que Puerto Rico. Una de sus variantes lingüísticas es el taíno del cacicazgo de Jaragua, considerado por los habitantes de la región como el más refinado y elegante, además de ser su segunda lengua. El taíno del cacicazgo de Jaragua fue usado para el comercio y la divulgación de su cultura, ya que todos la reconocían y entendían.
La lengua taíno Siboney era hablada en el extremo Suroccidental de La Española y parte central y oriental de Cuba. No obstante, los guanajatabeyes hablaban otra lengua. En las islas de Dominica y Jamaica, los taínos e iñeris (grupo étnico precolombino de origen aruaco) permanecieron como grupos gracias al proceso de mestizaje con los pueblos europeos y africanos.
En lo demográfico, los estimados sobre la cantidad de habitantes en el momento del desembarco van desde 30,000 a 500,000. Si nos dejamos llevar por la gran cantidad de restos arqueológicos encontrados en toda la geografía de la Isla, la realidad debe estar en una cifra intermedia de las dos anteriores. En Puerto Rico hay piedras con petroglifos en casi todos los ríos y cuevas, además de numerosos yacimientos arqueológicos que van desde las costas hasta las alturas de las montañas. En el momento de la invasión en la Isla existían cerca de veinte cacicazgos, algunos dirigidos por mujeres, con una gran cantidad de poblados o yucayeques, tanto en costas, como en los valles y en las montañas.
En cambio, hacia finales del S. XVI los censos oficiales ya contabilizan solamente unos pocos miles de taínos, datos utilizados para afirmar que en el primer siglo de la colonización los pobladores originales fueron prácticamente extinguidos. No cabe duda que las prácticas de los españoles, como la esclavitud, las guerras con superioridad tecnológica, nuevas enfermedades para los cuales los nativos no tenían defensas, el exilio o el suicidio, dieron lugar a una rápida y enorme reducción de la población. Además, se debe tomar nota de la brutalidad con que fueron sometidos los pueblos originarios: ataques con feroces perros hambrientos, torturas, muertes crueles como el descuartizamiento o la hoguera y separación de familias para evitar la reproducción, entre otras salvajadas.
Censo de Puerto Rico de 1802, donde debías marcar a qué "raza" pertenecías
Sin embargo, se cree que la reiteración de la desaparición taína temprano en la colonización forma parte de los mecanismos utilizados para justificar la ocupación de las tierras borinqueñas. En todas partes de las tierras americanas se hicieron invisibles las poblaciones autóctonas, se describieron tierras vírgenes inhabitadas, a pesar de los millones de habitantes que poblaban los continentes invadidos por Europa. Fue una manera de enmascarar el genocidio y justificar la esclavitud africana. El modelo productivo colonial estuvo basado en la esclavitud desde el primer momento. Un argumento que refuerza la existencia de una población abundante y bien asentada en el momento de la invasión es la vitalidad y amplitud de la agricultura taína. Pronto los invasores comenzaron a pasar hambre, pues las tierras borinqueñas con sus agroecosistemas tropicales no eran apropiadas para muchos de los alimentos a los cuales estaban acostumbrados. Mientras, el pan y otros alimentos se agotaban en los viajes transatlánticos, o llegaban dañados por la humedad y los insectos. Desde los primeros ensayos agronómicos se dieron cuenta que las semillas de trigo, cebada, centeno, avena y otros cultivos que trajeron de Europa no se podían producir en el clima del Caribe.
Las encomiendas estaban vinculadas a la entrega del territorio, especialmente para las fincas ganaderas y agrícolas. Los españoles impusieron sus conceptos de propiedad privada, excluyeron a los taínos de sus tierras ancestrales colectivas para crear solares para casas y huertos, estancias para la agricultura, hatos o fincas para ganadería e ingenios para la producción de azúcar. El método generalizado de siembra de los taínos era el uso de montones. Consistía en una interesante y productiva tecnología agrícola que proveía abundancia, variedad y estabilidad alimenticia, como se describe más adelante. El cultivo principal en cada montón solía ser la yuca, que se acompañaba de policultivos asociados y en sucesión con una gran variedad de otros alimentos: batatas, calabazas, maíz, pimientos, habichuelas, entre otros. También integraban en sus siembras plantas medicinales y aromáticas, frutas como papaya, mamey, anón y guanábana.
Para la caza de las aves y otros animales, tales como quemíes, curíes, hutías, iguanas, caimanes, etc. utilizaron, al igual que para la pesa, el arco y la flecha, en cuyo uso eran muy diestros los indios, además de las lancetas arrojadas con propulsores y numerosas formas de trampas. En el caso de las hutías y demás roedores, acostumbraban incendiar las sabanas, acorralando a los animales, para cazarlos en un lugar indicado o simplemente recogerlos quemados tras el incendio. En el terminal de sus lanzas o flechas insertaban, en algunas ocasiones, una punta afilada hecha de la espina que tiene en la cola el pez raya o una astilla de hueso de manatí, mientras que en otras colocaban puntas extraídas de la resistente madera del copey.
Los taínos no tuvieron animales domésticos, a excepción del pequeño perro “mudo” o aon, cuya carne consumían, y las cotorras a las que enseñaban a hablar.
En la pesca marina usaron el pez guaicano o rémora, el cual sujetaban por una cuerda y soltaban de nuevo al mar para capturar otras presas de mayor tamaño a las cuales este pez se adhería fuertemente. Los corrales, como sistema de pesca, hechos con hileras formadas por estacas de madera o caña y bejucos, fueron utilizados en algunas áreas por los taínos, principalmente en los mares tranquilos y poco profundos. En los ríos también emplearon ciertas raíces que majaban en el agua para adormecer a los peces y, cerca de sus desembocaduras, apresaban al manatí que les proporcionaba abundante carne y de cuyos huesos, especialmente las costillas, fabricaban amuletos, orejeras y utensilios ceremoniales, como las espátulas vómicas y los inhaladores de la cohoba. En las playas capturaban a las tortugas cuando éstas venían a desovar y recolectaban algunos crustáceos y moluscos aprovechando sus conchas como materia prima para elaborar adornos e instrumentos utilitarios.
Los poblados estaban organizados en claros de la selva, tierra adentro, con dos clases de habitáculos: el bohío (vivienda común circular de los habitantes del yucayeque) y el caney (más grande, rectangular y con ventanas, donde habitaba el cacique con su familia). Estas viviendas se construían con hojas de hinea (que se recogen en ríos y lagos), y maderas de los árboles de capá prieto y canela cimarrona. Para dormir usaban hamacas tejidas de algodón.
Cuando emprendían algún viaje, los taínos transportaban sus hamacas y otras pertenencias en cestas, llamadas jabas. Las hamacas eran colgadas de los árboles o de los andamios de unas enramadas temporales, denominadas barbacoas, bajo las cuales se guarecían de los efectos del sol y de la lluvia.
La vestimenta de los taínos era ajustada al medio tropical donde crecía su cultura. Los invasores españoles hallaron a los hombres cubiertos con un simple taparrabos, y a las mujeres casadas con un delantal de paja, algodón u hojas llamado naguas. Las mujeres solteras andaban desnudas. Ambos sexos se aplicaban pintura corporal negra, blanca, roja y amarilla. Decoraban sus cuerpos con tatuajes religiosos para protegerse de los malos espíritus, y horadaban orejas y labios con oro, plata, piedra, hueso y concha. Entre los útiles confeccionaban cestas, cacharros de cerámica, tallaban la madera, hilaban redes y manufacturaban el oro, abundante en los ríos de Cuba, La Española y Puerto Rico. Los españoles extrajeron más de diez toneladas de oro, agotando las reservas de la isla y expoliando los pocos objetos de interés que tenían los ajuares de los caciques.
Los taínos se divertían de diferentes maneras, a través del baile, la música y el juego de pelota. Este último era conocido como batú y se jugaba en un espacio llamado batey. El juego despertó el interés de los colonizadores españoles, debido a que la pelota que utilizaban (que estaba hecha de las raíces de la planta llamada Cupey) rebotaba, y este fenómeno era desconocido en Europa. El juego de pelota se jugaba entre dos equipos de hasta treinta jugadores (hombres y mujeres) que tenían que mantener la bola en el aire con su cabeza, rodillas, muslos y cadera.
Los principales rituales taínos escenificaban danzas sagradas llamadas areítos, acompañadas de diversos instrumentos, principalmente tambores. Entre las plantas más utilizadas estaba el tabaco. El árbol de cohoba se utilizaba durante una ceremonia religiosa («el ritual de la cohoba») en la cual el cacique, el bohique y los nitaínos se comunicaban con los espíritus.
Rodolfo R. Schuller, en El huracán: dios de la tormenta, y el Popol Vuh, señala muchos paralelismos con las tradiciones mayas. Esto podría sugerir contactos entre estos pueblos aunque es poco probable que existiera un origen común.
Pese a esto, la hipótesis más aceptada es la procedencia sudamericana de los taínos, ya que se considera que el parentesco lingüístico es una evidencia más fiable de origen común que algunas tradiciones culturales de ellos.
Competían dos bandos de doce jugadores cada uno usando el yuke, cinturón ceremonial; el número podía incrementarse siempre en múltiplos de doce.
El juego consistía en lanzar el batú al aire, luchando ambos bandos por no dejarlo caer en sus respectivos lados, devolviéndolo con cualquier parte del cuerpo menos con las manos, pudiendo ser rebotado contra las piedras que marcaban el límite del campo de juego; el bando que lo dejara rodar por el piso perdía un punto.
Era un importante evento social, podía ser inter-tribal, y en ocasiones se jugaba para decidir el futuro de un enemigo capturado o un castigo. Los espectadores se sentaban alrededor de la cancha; los invitados especiales, el cacique y sus ayudantes ocupaban sus duhos (asientos ceremoniales).
Fray Bartolomé de las Casas hizo una descripción del deporte:
"Echaba uno de los de un puesto la pelota a los otros del otro y rebatiala el que se hallaba más a la mano, si la pelota venia por alto con el hombro, que la hacía volver como un rayo, y cuando venía al suelo, de presto, poniendo la mano derecha en tierra dábanle con la punta de la nalga, que volvía más que de un paso; los del puesto contrario, de la misma manera la tornaban con la punta de las nalgas hasta que según las reglas del juego el uno o el otro cometían falta."
El arte de los taínos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa del mundo. Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación artística. Las formas abstractas, naturalistas o estilizadas de estos objetos eran tradicionales y estereotipadas, por lo cual podemos distinguir verdaderas series de objetos similares en las diversas islas habitadas por los taínos o en aquellas a las que llegaba su comercio. Esta producción representa una arte conceptual al servicio de la sociedad taína a la vez que refleja una fuerte voluntad artística y una decidida intención mágico-religiosa. En algunas ocasiones los taínos se veían obligados a alterar las formas convencionales para adaptarlas al material o campo decorativo disponible, lo que hacían verdadera habilidad y sentido estético.
El arte taíno logra sus más bellas expresiones plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el mármol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecía la obra artística. También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropicales como el guayacán, la caoba y otras. Los huesos del manatí le proveyó de material para algunos de los más bellos artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.
Entre los objetos más destacados del arte taíno están los destinados al culto de los cemíes, como los ídolos tallados en piedra y madera, los artefactos rituales de la cohoba, junto a ciertos instrumentos musicales como las maracas monóxilas (de una sola pieza de madera).
En lo relativo a la indumentaria y adornos de uso corporal los taínos confeccionaron objetos de gran belleza, sobresaliendo los amuletos y collares de piedra, caracoles y colmillos, las guaizas o carátulas de concha sostenidas en los cinturones trenzados de algodón, y los guaníes o discos de oro que usaban los caciques.
Dentro del mobiliario taíno resaltan los duhos o banquillos ceremoniales que se consideran, junto a los imponentes cemís de la cohoba, unas de las realizaciones más representativas del arte primitivo universal.
Por su parte, los elaborados aros monolíticos (de una piedra) y las piedras acodadas, empleados posiblemente en el juego de la pelota, así como los vasos efigies cerámicos, de notable interés iconográfico, son igualmente valiosos exponentes de la pericia artística alcanzada por estos aborígenes en el logro de sus ejecuciones en piedra, concha, barro, hueso y sobre todo en la dura madera del guayacán y la caoba.
Incluso sus vasijas, manos de morteros, pintaderas de barro, hachas líticas y otros utensilios de uso cotidiano pueden ser apreciados como verdaderas creciones artísticas por su esmerada terminación y bellos rasgos decorativos de carácter esotérico. Los morteros y majadores líticos de la cultura taína generalmente tienen esculpidos elementos figurativos que pueden tener forma humana o de animales, que junto a otras decoraciones en bajo relieve, le imprime a estos artefactos utilitarios un carácter propiamente ceremonial, por lo cual, los arqueólogos consideran que estas piezas talladas con gran esmero tendrían un sentido o función ritual y se emplearían en la pulverización de las plantas embriagantes inhaladas por los indios en la ceremonia de la cohoba con lo cual creían comunicarse con sus dioses o cemíes. Los morteros y majadores líticos de la cultura taína generalmente tienen esculpidos elementos figurativos que pueden tener forma humana o de animales, que junto a otras decoraciones en bajo relieve, le imprime a estos artefactos utilitarios un carácter propiamente ceremonial, por lo cual, los arqueólogos consideran que estas piezas talladas con gran esmero tendrían un sentido o función ritual y se emplearían en la pulverización de las plantas embriagantes inhaladas por los indios en la ceremonia de la cohoba con lo cual creían comunicarse con sus dioses o cemíes.
Los taínos creían en un Ser Supremo y Protector al que llamaban Yúcahu Bagua Maócoti, cuya madre fue Atabey, Madre de las Aguas y Protectora de las parturientas, pero en sus creencias mitológicas concebían otras divinidades o cemíes que habitaban en el cielo, nombrado Turey, relacionándolos con los fenómenos atmosféricos, la creación de la Tierra y del género humano. Había otro dios que representaba las fuerzas del mal y traía destrucción. A éste se le llamaba Juracán. (De esta palabra se deriva la que conocemos hoy como "huracán").
La religión era parte esencial de sus vidas y creían que las fuerzas de la naturaleza eran dioses, por eso, realizaban ceremonias para pedirles ayuda. A través de sus creencias espirituales, los taínos trataban de explicar y controlar el mundo que los rodeaba.En el municipio de Utuado, se encuentra el Monte Vemí. El mismo tiene la forma de un cemí natural, por lo que se cree que representaba a Yucahu Guama, y que los taínos lo tomaron como modelo para construir la figuras del cemí ofrecidas a éste. Hace varios años, el arqueólogo Osvaldo García Goyco estudió el monte, observándolo desde el Parque Ceremonial Indígena Caguana en Utuado, y la relación de éste con los petroglifos de los monolitos que se encuentran en el parque.
Monte Cemí en Utuado, Puerto Rico
El arqueólogo trazó las sombras que creaban los monolitos y las comparó con la salida y puesta del sol a través de los montes. Así pudo comprobar que los monolitos marcaban diferentes puntos estratégicos del parque en época de invierno y de verano, respectivamente. Así confirmó que los caciques utilizaban ese método como calendario astronómico y que la construcción de los bateyes están direccionadas con el cosmos.
Entre sus más importantes relatos mitológicos están los de la creación del sol y de la luna que salieron de una cueva, llamada Mautiatihuel, donde habitaban dos cemíes hechos de piedra que eran Boínayel y Márohu, considerados dioses protectores y a los cuales se invocaba cuando no llovía.
Los taínos creían que después de muertos los hombres iban a un lugar sagrado llamado Coaybay y que sus espíritus, llamados opías, estaban recluidos durante el día y en la noche salían de manera placentera a comer del fruto de la guayaba (Psidium guajava). En términos religiosos, el taíno fue animista, politeísta, creyente de la vida de ultratumba, totémico y fetichista. En su producción artesanal y en el grafismo pictórico están presentes esas creencias.
Los sacerdotes llamados behiques tenían mucha influencia sobre la población en general, ya que ellos tenían un doble poder; como intermediarios entre los dioses y los hombres, y como médicos o curanderos. Sin embargo, la religión en sí estaba en poder de los hombres, correspondiéndole al cacique el ser jefe, guerrero y religioso al mismo tiempo. Una de las creencias más generalizadas era el cemitismo, representado por ídolos o cemíes, considerados como dioses tutelares. Cada cacique o jefe tribal tenía un cemí particular, aparte de que existían cemíes que eran aceptados como bienhechores por los diversos grupos clánicos. Estos ídolos estaban representados en diferentes formas y fabricados con diversos materiales: piedra, barro, madera, hueso, concha y hasta de algodón.
Entre los cemíes mas aceptados estaban las “piedras de tres puntas” o trigonolitos, relacionadas con sus rituales propiciatorios de la fecundidad, tales como la productividad de los conucos y la reproducción del género humano.
El trigonolito es una pieza sumamente especializada en cuanto al área en la cual se ha encontrado hasta el momento con mayor frecuencia. La costa este de La Española y las costas del oeste de Puerto Rico han sido los lugares donde se han encontrado en cantidades apreciables estas piezas. En cuanto al animismo, el taíno creía que los espíritus de los muertos podían tener sus moradas en los árboles. Creía percibir la presencia de éstos cuando se producían movimientos de las ramas o ramificaciones especiales de las raíces. Cuando ello ocurría, el behique o sacerdote buscaba interpretar los deseos que los muertos querían manifestar, según la creencia. Por otra parte, una práctica ritual muy importante lo era la de la cohoba, a través de la cual se buscaba obtener los mensajes cemíticos.
Entre los taínos, la principal ceremonia religiosa fue la cohoba en la cual, mediante la inhalación de unos polvos alucinógenos, el cacique o behique entraba en un estado de trance creyendo comunicarse con sus dioses o espíritus a los que invocaba pidiendo ayuda y protección.
Antes de entrar al templo los taínos se introducía en la boca una espátula con la finalidad de vomitar, purificándose interiormente, para así evitar los efectos de indigestión que podrían producir los elementos tóxicos que contenían los polvos de la cohoba.
El polvo alucinógeno empleado en la cohoba era colocado sobre un plato de ofrendas que generalmente tenían los ídolos tallados sobre la cabeza, desde donde los oficiantes lo inhalaban mediante unos cañutos en forma de Y.
Los participantes en esta ceremonia se decoraban el cuerpo para la ocasión y, al entrar al reciento, eran recibidos por el cacique, quien tocaba el mayohabao o tambor de madera, sentándose luego en cuclillas en torno al cemí ante el cual se practicaba el ritual. Al presidir esta ceremonia de la cohoba, al igual que los juegos de pelota y otras festividades, los caciques, junto a los demás señores principales, empleaban para sentarse unos banquillos, hechos de madera o piedra, llamados duhos. El tabaco ocupó un sitial muy importante en la sociedad taína, asociándolo a sus ceremonias rituales y a sus prácticas mágico-curativas. Al parecer, por sus propiedades embriagantes y aromáticas, el tabaco en forma de rapé fue uno de los componentes de los polvos alucinógenos inhalados en las cohobas.
Los indígenas usaron igualmente el tabaco por placer y para mitigar el cansancio del cuerpo en las largas caminatas que frecuentemente hacían. Para ello, en las proximidades de sus casas, cultivaron con esmero las plantas de tabaco, cuyas hojas secaban para hacer unos rolletes alargados que los indios fumaban constantemente.
En cuanto a lo relativo a la muerte, no existía una unidad ritual, por lo cual las ceremonias funerarias respondían a diferentes formas. Lo único que unificaba los ritos y ceremonias de enterramiento era la creencia en un mundo supraterrenal o de ultratumba, por lo que los muertos eran enterrados con sus pertenencias esenciales para que en el más allá reconciliaran la vida personal con la vida material. Si quien moría era un cacique se acostumbraba, en algunas regiones, a enterrar viva, junto a él, a su esposa preferida, denominándose a la mujer que padecía tal sacrificio Athebeane Nequen.
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo narra que, después de muerto, al cacique lo fijaban con unas vendas de algodón tejidas, le ponían sus joyas preferidas y lo sepultaban sentado en un duho dentro de una bóveda de palos y sus indias e indios recitaban en los areitos las obras más sobresalientes de su vida.
Aunque se han hallado sepulturas a poca distancia de los bateyes, generalmente, eran enterrados lejos de los yucayeques, y se ha podido observar que los cadáveres eran colocados sentados.
Fue en La Española donde los conquistadores europeos se toparon con esa nueva realidad lingüística que, poco sospechaban entonces, acabaría marcando profundamente su propio idioma.
"Al ser la primera lengua con la que se encuentran, es la que deja mayor huella en el español general, convirtiéndose en la más antigua y abundante en nuestro idioma", destaca María José Rincón, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua.
Empero, los colonizadores adoptaron palabras taínas para denominar nuevas realidades que no conocían, sobre todo relacionadas con la naturaleza, y se las llevaron en sus viajes posteriores por otros territorios. Esto hizo que muchos países de la América continental abandonaran incluso sus propios indigenismos para adoptar palabras tainas llevadas por los españoles desde República Dominicana, Puerto Rico o Cuba, entre otros.
Según Rincón, "el 30% de los indigenismos recogidos en las crónicas de Indias es de origen taíno", lo cual es "muchísimo" teniendo en cuenta que La Española fue solo la puerta de entrada a América para los españoles, que acabaron por asimilar al pueblo taíno que sobrevivió a las enfermedades europeas o al tráfico de esclavos. Pero su lengua, que ya se había convertido en parte del idioma español, estaba en cierto modo lejos de desaparecer. Tras su primera llegada al Caribe, los españoles llamaban "lengua de los indios" a todo lo que escuchaban entre la población indígena, pese a que en las islas de las Antillas ya existían distintas lenguas arahuacas como la taína o la caribe insular. Y la intercomunicación entre esas lenguas era tal que en ocasiones no se sabe a ciencia cierta si el origen de algunas de nuestras palabras actuales fue exactamente taíno, caribe o arahuaca.
"Pero el taíno era como una especie de lengua comodín, era la que se usaba mayoritariamente para entenderse entre distintos grupos con lenguas distintas. Algo así como ahora ocurre con el inglés", subraya Maia Sherwood, miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Según la lexicógrafa, el Diccionario de la lengua española recoge hoy unas 70 voces de origen taíno. Pero en el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico son más de 800.
En taíno, "barbacoa" se utilizaba para denominar al armazón que sostiene una planta trepadora o a un entramado elevado del suelo donde se coloca la comida para no ser alcanzada por los animales. De ahí, pasó al español y después a otros idiomas como el inglés o el francés (barbecue) cambiando su significado al de la parrilla utilizada para asar o del asado de carne en sí.
"Canoa", la embarcación tallada en una pieza a partir del tronco de un solo árbol, tiene el honor de ser el americanismo más antiguo en ser reconocido oficialmente en la lengua española.
Así, fue la primera palabra indígena americana reflejada en un diccionario español, concretamente en el primer "Vocabulario español-latino" de Antonio de Nebrija publicado en 1494 o 1495. Es decir, que hay palabras taínas que se convirtieron tan importantes para nuestro idioma que muy poco después de la llegada de los españoles a América en 1492 ya se tuvo que "oficializar" su uso en un manual de lengua. También llegaron después al inglés y francés (canoe y canoë).
En las primeras crónicas de Indias, sin embargo, los españoles tenían que añadir una explicación al utilizarla para asegurarse de que en su país lo entenderían: "viajan en canoas o almadías", que era la palabra de origen árabe usada entonces para denominar embarcaciones similares y que hoy está prácticamente en desuso. Es uno de tantos préstamos que los españoles tuvieron que adoptar del taíno para denominar una realidad que les era desconocida hasta entonces: esa especie de "cama colgante donde dormían los indios" que conocieron en América. Dado que el taíno no era una lengua escrita, los españoles reflejaban estas palabras en sus crónicas de la manera que a ellos les parecía escucharlas de boca de los nativos.
Por ejemplo, con muchas de las "h" que añadieron a estas nuevas palabras trataban de reflejar una pronunciación aspirada suave ([h]), algo similar a la "h" del inglés, que sería como las decían los taínos.
Hay palabras que los taínos regalaron al español para que se hicieran populares en la mayoría de países hispanohablantes pero que, curiosamente, no permanecieron en la zona del Caribe en la que nacieron. Es el caso de la palabra "piragua", la palabra que denomina una embarcación larga y estrecha pero que en Puerto Rico se usa para referirse a un granizado de hielo con sirope. O también está el caso de "papaya", la fruta que sin embargo es llamada "lechosa" en República Dominicana o Venezuela, "mamón" en Paraguay o "fruta bomba" en Cuba, entre otros diferentes nombres y países.
Pero no siempre los españoles adoptaron palabras taínas para llamar a las nuevas realidades que descubrían en América, sino que a veces utilizaban palabras ya existentes en su idioma si le encontraban alguna similitud. Es lo que ocurrió cuando descubrieron la piña tropical, a la que vieron cierto parecido con el fruto del pino que ya conocían y por ello decidieron darle otra acepción a esa misma palabra.
"Ají" se sigue utilizando en Sudamérica y el Caribe de la misma manera que el "chile" de origen náhuatl se quedó en México y Centroamérica (o "pimiento" en España). O el "maní" de origen taíno, pero que tampoco desbancó al "cacahuate" (o "cacahuete") náhuatl que se sigue usando en México, España y parte de Centroamérica.
Algunas palabras taínas llegaron hasta nuestros días pero fueron derivando hacia otros significados diferentes al original. Por ejemplo, la definición actual del "cacique" como persona que ejerce una excesiva influencia en política en un pueblo no tiene que ver con la del jefe de los indios tainos. O la "batata", que además del tubérculo es utilizada en Puerto Rico para referirse a la pantorrilla. O también la "guayaba", que además de como fruta se utiliza como sinónimo de "mentira" en muchos países de América Latina y que mutó incluso hasta convertirse en "guayabera", esa clásica camisa ligera tan habitual en México, el Caribe, Brasil o incluso las islas Canarias en España.
Hasta aquí la entrada de hoy. Realmente me gustaría profundizar y tocar más aspectos de la cultura de los taínos pero, como ya sabéis, un tema tan largo no se puede abordar en una sola entrada.
Espero que os haya resultado interesante porque a mí me ha encantado indagar sobre las costumbres precolombinas, me parecen preciosas y una verdadera pena que este pueblo esté extinto, aunque por supuesto, a día de hoy se da de múltiples personas que son conscientes de quiénes fueron sus ancestros y saben que llevan sangre taína en ellos, y es que se está intentando evitar que se olvide quiénes fueron los taínos, más allá de los primeros esclavos originarios de América.
¡Feliz verano! ¡Hasta la próxima! 🦧
Lucía Braña. 🦪